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EL ARRANO BELTZA «ABSUELTO» EN IRUÑEA

Varapalo a la represión a los símbolos en los estadios

El criterio del mando policial de turno. Así de sencillo y de peligroso es el baremo que se emplea para aplicar la Ley contra la Violencia en el Deporte. Ha traído consigo excesos a los que se comienza a poner freno con casos como el del «arrano beltza» en Iruñea.


A nadie se le escapa que los estadios de fútbol, con toda la expectación mediática que rodea a esta modalidad deportiva, siempre han sido un inmejorable escaparate para reivindicaciones sociales y políticas. Por eso, no es de extrañar que los organismos que se encargan de gestionar el deporte rey hayan puesto especial empeño en impedir la divulgación de esas demandas, sin importarles si por el camino queda cercenada la libertad de expresión, como la exhibición de simbología, aunque sea perfectamente legal.

Euskal Herria ha sido terreno abonado para este tipo de prácticas, y los campos de fútbol de sus equipos más emblemáticos, banco de pruebas a la subjetividad policial del momento. Hasta el punto de darse situaciones kafkianas como reprimir emblemas a los que se les atribuye insólitos significados, demostrando un desconocimiento supino de su origen. Un ejemplo rotundo es este: Hace cuatro años, a un aficionado navarro, Gorka Sola, no solo se le impidió el acceso a El Sadar para disfrutar de un Osasuna-Zaragoza, sino que se le denunció por llevar atada a su cintura una sudadera con el arrano beltza y un puño rojo en alto, al que un agente confundió con el anagrama de KAS.

Tres meses después del suceso, el expediente sancionador de la Delegación del Gobierno español en Nafarroa llegó a su domicilio: 3.001 euros de multa y la imposibili- dad de acceder a un recinto deportivo en un periodo de seis meses. En dicho escrito, la denominada Comisión Antiviolencia calificaba el arrano beltza como «un símbolo utilizado por el denominado Movimiento de Liberación Vasco». Y establecía que ello incumplía el artículo 7, apartado 1.c) de la citada ley anti-violencia, en la que se exige «no exhibir pancartas, banderas, símbolos u otras señales que inciten a la violencia o al terrorismo o que incluyan mensajes de carácter racista, xenófobo o intolerante».

En realidad, el arrano beltza es una figura que comenzó a ser utilizada por el rey navarro Sancho el Fuerte con su llegada al trono en 1194. Es de uso legal y habitual, tanto en banderas, escudos e incluso joyas, sin que esté penado por la legislación común su empleo o exhibición en la vía pública. Por poner un ejemplo significativo, los monarcas españoles, en su anual visita a Leire para entregar los premios Príncipe de Viana, utilizan sillas en cuyos respaldos está tallada dicha imagen. Pero como ocurre con las esteladas independentistas en el proceso abierto por la UEFA contra el Barcelona, los estadios parecen haberse convertido en espacios exentos de derechos civiles básicos.

Sentencia que legitima su uso

A diferencia de casos similares anteriores, en esta ocasión el mencionado seguidor rojillo no se limitó a acatar la sanción, sino que interpuso alegaciones en febrero de 2012, las cuales fueron desestimadas por la Delegación del Gobierno español en Nafarroa, pese a ser del todo razonables y en las que se demostraba cómo el arrano es un símbolo arraigado en la historia navarra y de uso legítimo. Ante la primera negativa, volvió a presentar un recurso de alzada en junio de ese mismo año, que corrió la misma suerte, aunque en esta oportunidad «solo» tuvieron que transcurrir dos años para que la comunicación llegase a sus manos, lo que obligó a Sola a recurrir a la vía judicial, previo pago de la multa.

La tenacidad de este hincha ha acabado por dar sus frutos. Apenas un día antes de que se celebrase el juicio oral por este caso, previsto para mediados del mes pasado, el Abogado del Estado se avino a aceptar los argumentos del recurso, «consecuencia de que era consciente de que no podía ganar este caso», describe Javier Purroy, representante legal de Sola. Este letrado añade que la sentencia, pese a que la magistrada no ha entrado al fondo de la cuestión, sienta un precedente válido para parecidos lances. Y no son pocos los que se han producido por estos lares. Si tiramos de hemeroteca, también en San Mamés, Ipurua o Anoeta se han dado episodios en los que aficionados han sido multados por portar simbología que los mandos policiales de turno han considerado «delictiva» sin basarse en fundamento jurídico alguno o, más habitualmente, han procedido a su requisamiento sin dar explicación ninguna. El arrano beltza, una vez más, ha sido uno de sus objetivos preferidos, pero también banderolas en las que se pide la repatriación de los presos políticos vascos o enseñas tan asumidas socialmente y de peso legal como la ikurriña.

No es, en cualquier caso, algo exclusivo de Euskal Herria. Colectivos como los Bukaneros, grupo de aficionados del Rayo Vallecano con reconocida ideología de izquierdas, también sufren idénticos problemas para expresar sus reivindicaciones y, a través de sanciones económicas y detenciones, se ha intentado abortar su actividad, que se extiende también a nivel social al barrio madrileño. El caso de las esteladas catalanas está dando ahora proyección mundial a esta situación de excepcionalidad. De momento, la UEFA parece haber reculado un tanto al paralizar cualquier sanción al Barcelona hasta acabar el periplo administrativo. Los culés advierten con que, igual que este aficionado rojillo, están dispuestos a ir a los tribunales ordinarios en última instancia.

El Sadar, foco de conflictos

El hecho de que la competencia sobre la seguridad de los espectáculos deportivos en Nafarroa corresponda a Madrid no es una cuestión baladí. Y El Sadar de Iruñea suele ser un habitual foco de conflictos. Hasta el punto de que incluso en los roces de la Policía española –cuerpo que se encarga de tal cometido– han llegado a implicarse los máximos mandatarios de Osasuna.

Así, los expresidentes de la entidad rojilla Javier Miranda y Miguel Archanco recibieron sendas denuncias –una de ellas con nocturnidad– por parte de dichas instancias, a consecuencia de haber intermediado para facilitar la entrada de dos socias que se negaron a ser cacheadas, en el caso del primero, y para impedir una batalla campal entre aficionados y antidisturbios en las inmediaciones del estadio iruindarra momentos antes del inicio de un partido, en el segundo. Episodios, en todo caso, que se quedan en anecdóticos comparados con el asfixiante control policial que tienen que padecer cada quince días los seguidores osasunistas, especialmente en la zona de acceso a Graderío Sur, con registros que se realizan no solo a adultos, sino también a los más txikis, lo que ha generado más de una queja en las asambleas de socios compromisarios.

Hartos de tanto acoso, que se extiende también a la empresa de seguridad contratada por el club, y ante la «continua pasividad» que atribuye a la directiva actual, Indar Gorri va a llevar a cabo este próximo domingo una curiosa iniciativa: va a ceder «a la Policía» la animación durante la primera mitad de cada parte. «Una reivindicación pacífica y, a todas luces, justa y democrática», aseguran desde dicho colectivo.

 

Gorka Sola: «Animo a que la gente no se calle y pelee hasta el final»

«Descanso total». Así es como define Gorka Sola el estado de ánimo en el que se encuentra tras conocer que, tras cuatro largos años, el proceso sancionador que se inició contra él por vestir una sudadera con un «arrano beltza» ha quedado finalmente en nada. Finalmente, el Abogado del Estado ha decidido asumir los argumentos de este navarro y seguidor de Osasuna, para evitar un juicio oral en el que, con toda probabilidad según su propia acción, la Delegación del Gobierno español hubiese perdido.

«Cuando pedimos la cautelar a finales de agosto del año pasado para que yo pudiera acceder a recintos deportivos, la impresión que nos dejó la jueza es que la denuncia que se me había interpuesto no tenía ni pies ni cabeza», relata Sola. Hasta noviembre, cuando se le concedió, no pudo entrar en ninguna instalación, «ni siquiera un polideportivo municipal en el que quisiese practicar algo de deporte, lo cual es muy triste», denuncia.

Pese a todos esos contratiempos, su insistencia por llegar hasta el fondo de la cuestión no ha caído finalmente en saco roto. La sentencia del Juzgado Contencioso-Administrativo número 3 de Iruñea supone un precedente para que cualquier aficionado pueda acceder a un estadio con símbolos hasta ahora censurados, pero de uso legal en cualquier otro espacio, como la calle o el trabajo. «Yo no me quise callar y decidí poner todos los medios para contrarrestar esta injusticia. Animo a la gente a que haga lo mismo cada vez que sufra algo parecido», exhorta.

Si algo ha demostrado todo este proceso es que la administración sancionadora ha venido utilizando la maraña burocrática como el mejor método para desalentar al denunciado y que hasta ahora le ha servido para sus fines. «Hay que seguir adelante con todas las de la ley –insiste Sola–, hay que ganarles con sus propias leyes y no entrar en el juego de asumir que no se puede hacer otra cosa que pagar una multa y acatar la sanción que te vayan a imponer. Eso es lo que ellos quieren y lo que hasta ahora les ha funcionado».

A partir del momento en el que hay una decisión judicial favorable, este seguidor osasunista tiene claro que va a volver a enfundarse su sudadera con el «arrano beltza». «Por supuesto que me la voy a poner para ir a El Sadar porque ahora, además, me asiste la razón de los tribunales», defiende.

Ello no impide, en todo caso, que Sola recuerde y censure que «de lo que me estaban tachando con esta denuncia era de terrorista» y todo ello «por llevar unos símbolos históricos de nuestra tierra, que están presentes en un buen número de edificios emblemáticos y en la iconografía navarra». Sin duda, se ha roto una lanza en favor de la libertad de expresión en los estadios, pero el camino aún se antoja largo por lo que hay en juego.N.M.