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Entrevista
DIEGO GARATE
DESCUBRIDOR DE LA GALERÍA DE LOS BISONTES

«Alkerdi ha pasado de ser una cueva olvidada a tener un papel fundamental»

Varios arqueólogos se introdujeron por una pequeña gatera de la cueva de Alkerdi por simple curiosidad. El impacto fue monumental cuando empezaron a ver figuras de animales por todas partes, sobre todo bisontes. Uno de aquellos arqueólogos era Diego Garate, que ahora relata el hallazgo y destaca el papel «fundamental» de esta olvidada cueva de Urdazubi.


¿Cómo se llegó al descubrimiento de la Galería de los Bisontes? ¿Recuerda la fecha exacta?

La verdad es que fue de una manera totalmente casual e inesperada. La cueva era visitable solamente una vez al año, durante la celebración del Día de las Cuevas. Aprovechando que estábamos trabajando en la cueva de Isturitz, en Nafarroa Beherea, nos acercamos a Alkerdi. Fue el 9 de marzo de 2014.

¿Tenían indicios de que en la cueva de Alkerdi podían aparecer nuevos grabados, además de los tres que ya eran conocidos desde el año 1930?

Existía algún indicio de que en Alkerdi podía haber algún elemento más de interés arqueológico leyendo entre líneas la publicación de su descubridor, Norbert Casteret, pero en ningún momento nos imaginamos que pudiera ser algo de semejante envergadura.

¿Cuántas exploraciones se habían realizado en estos 85 años en Alkerdi, y por qué cree que no se habían encontrado antes estos nuevos grabados?

La cueva de Alkerdi ha sido estudiada por diversos investigadores. Se puede citar a su descubridor, el espeleólogo francés Norbert Casteret en 1930, a Joxemiel de Barandiaran, que también visitó el yacimiento y que además envía a Julio Caro Baroja a calcar los grabados en 1935. Posteriormente, el marqués de Loriana, pisando los talones a Aita Barandiaran, acude a la cueva junto a Norbert Casteret, en unos momentos muy convulsos. El primer estudio serio se lo debemos a Ignacio Barandiaran y se publica en 1974, donde reestudia los grabados descubiertos por el francés. Ya a finales del siglo XX, Ignacio regresa a la cueva a excavar el yacimiento arqueológico de la entrada, distanciado en 10.000 años con los grabados, que son más recientes.

Norbert Casteret sí vio alguna de las figuras de esta “Galería de los Bisontes” e incluso la calcó, pero nadie se percató de ello con posterioridad. En realidad, se trata de una gatera muy angosta, no apta para claustrofóbicos, y en la que nadie esperaría encontrarse un tesoro así.

¿Qué sinteron en aquel momento, al ver aparecer los grabados a la luz de la linterna?

Estábamos un grupo de personas, entre ellas Olivia Rivero, yo mismo, y Florian Berrouet, un especialista de Urruña vinculado a la Universidad de Burdeos y con el que habíamos coincidido en la cueva de manera casual. Junto a los guías, nos introdujimos en esa pequeña gatera porque Norbert Casteret tenía una “X” en su plano de la cueva realizado “a mano alzada”. Fue una cuestión de curiosidad sin ningún propósito ni expectativa mayor. El impacto fue monumental al empezar a ver líneas grabadas por todas partes y que parecían coformar figuras de animales. Nos pusimos muy nerviosos y lo primero que hicimos fue abandonar el lugar, porque no eran las condiciones idóneas para visitarlo.

¿Cuántas veces habían entrado a Alkerdi antes del descubrimiento? ¿Cómo es la cueva? ¿Resulta complicado moverse por su interior?

No conocíamos la cueva con anterioridad; de hecho, al estar cerrada al público es poco conocida incluso por los especialistas. No se trata de una cueva especialmente amplia; consta de un vestíbulo de entrada de techos bajos, una anchura de unos 8 metros y profundidad similar. A la izquierda, un estrecha galería lleva a una pequeña sala con espacio para 4-5 personas, en la que se localizaron los grabados descubiertos en 1930. A la derecha se pasa a otra sala de techos todavía más bajos y con una gatera lateral extremadamente pequeña, en la que resulta difícil que entren más de dos personas. Es aquí donde se concentran los grabados descubiertos en 2014. Esto significa que la cueva no es fácilmente visitable, requiere sortear bloques de piedra, coladas de calcita y arrastrarse por espacios muy angostos.

Una vez hecho el hallazgo, ¿qué hicieron? ¿Hay algún protocolo para seguir en estos casos?

El protocolo consiste en dar noticia inmediata a la administración competente, y eso es lo que hicimos. Elaboramos un pequeño informe que enviamos al Departamento de Cultura y Turismo. Al mismo tiempo, planteamos un proyecto de investigación de los nuevos grabados que fue aprobado por dicha institución. El objetivo era conocer a fondo esos nuevos grabados y valorarlos en un marco más amplio relacionado con el arte paleolítico en los Pirineos occidentales, tema sobre el que investigamos desde hace ya una década.

La existencia de la Galería de los Bisontes se dio a conocer en junio de 2015, pero la noticia tuvo muy poco eco. ¿Las instituciones deberían haber informado más y mejor? ¿Cómo fue acogido este hallazgo en el ámbito de la arqueología?

Una vez finalizado, el estudio fue publicado en una revista científica (‘‘Zephyrus’’) y también fue presentado en el congreso internacional IFRAO, celebrado en Cáceres en setiembre de 2015. En este ámbito, el descubrimiento y estudio se ha acogido con mucho interés por sus importantes implicaciones en el conocimiento del arte de los Pirineos occidentales, con el reconocimiento de personalidades tan influyentes en el arte paleolítico como Jean Clottes. Otra cuestión es el impacto que este hallazgo haya podido tener en el público general. Los medios de comunicación muchas veces no van más allá de las noticias dirigidas y no “bucean” suficiente, mientras que cada institución gestiona esas informaciones a su manera.

¿Qué importancia tiene la Galería de los Bisontes? ¿Existen grabados similares en Euskal Herria?

La importancia del hallazgo es considerable. Hemos pasado de una cueva con 4 animales grabados hasta casi una treintena, entre ellos 11 bisontes y 4 caballos. Es decir, de ser un conjunto menor, en una zona supuestamente “marginal”, hemos pasado a una cavidad decorada con tantas o más figuras que las cuevas vecinas de Ipar Euskal Herria (Isturitz y Oxocelhaya en Nafarroa Beherea, o Etxeberri, Sinhikole y Sasiziloaga en Zuberoa). Si consideramos que en el momento que se realizaron esos grabados, hace unos 13.500 años, el Cantábrico, los Pirineos y la Dordoña eran las principales áreas de creación artística, no podemos dejar pasar por alto que los Pirineos occidentales se localizan en el epicentro de las mismas. Esa zona debió ejercer como vertebradora de las relaciones y vínculos que se observan en el arte. En concreto, la cueva de Isturitz tuvo un papel fundamental si consideramos su ingente registro arqueológico. Las figuras de bisontes localizadas en Alkerdi, por su estilo, se relacionan con las cuevas pirenaicas y especialmente con los decorados en hueso del yacimiento de Isturitz y con los bisontes parietales de Altxerri, conectando las dos vertientes de la cadena pirenaica. Alkerdi ha pasado de ser una cueva olvidada, incluso para la investigación, a tener un papel fundamental para el conocimiento de los contactos interregionales al final del Paleolítico.

¿Por qué grabaron estos animales en el interior de las cuevas hace 13.500 años? ¿Tiene alguna interpretación?

El caso de la “Galería de los Bisontes” es poco usual. Se trata de una gatera angosta, incómoda, húmeda… Desde luego, nadie diría que en su interior existan más de una docena de animales grabados. Es un lugar oculto, escondido y posiblemente restringido a una parte de la sociedad. Como puede pasar en la cueva de Etxeberri, en el macizo de Arbaila, son conjuntos creados para el disfrute de pocas personas, digamos, un arte privado. Es lo contrario de lo que sucede en Isturitz, donde se grabaron casi una veintena de animales sobre un pilar de calcita en medio del vestíbulo de la Grande Salle, donde incluso incidían los rayos de luz del Sol. Ese lugar era accesible y visible para todos los miembros de grupo y, de hecho, ejercían su vida cotidiana en torno al pilar grabado. Son contextos muy diferentes. En el arte paleolítico no hay reglas únicas ni explicaciones unívocas, es tan diverso como complejo y, por el momento, estamos lejos de poder dar respuestas definitivas sobre la motivación expresa de cada decoración.

¿Cree que pueden existir más manifestaciones artísticas rupestres en Alkerdi o en las cuevas de su entorno?

En Alkerdi no creo, porque se ha realizado una prospección intensa, pero es difícil pensar que Alkerdi esté sola. En los últimos cinco años hemos reactivado la investigación en arte parietal paleolítico en Euskal Herria y hemos multiplicado por tres la cantidad de cuevas conocidas en Bizkaia y Gipuzkoa. Existe un déficit de investigación en nuestra tierra, todavía mayor en Nafarroa, al estar desplazada de las áreas tradicionales de investigación (Cantábrico central y Pirineos centrales). No se puede descartar que en otras zonas del Pirineo navarro aparezcan otras cuevas decoradas.

 

«Es el testimonio más antiguo del arte navarro y debe protegerse»

Estas cuevas de Urdazubi están amenazadas por una cantera de mármol. ¿Qué cree que debería hacerse?

La cueva de Alkerdi está protegida jurídicamente como Bien de Interés Cultural. Lo que se hace en estos casos es valorar la compatibilidad entre la actividad industrial y el patrimonio cultural, ni más ni menos. Nos guste o no, la cueva no puede moverse de donde está y debe protegerse, porque es el testimonio más antiguo del arte navarro.

Si continúa la explotación de la cantera, ¿pueden producir daños irreversibles?

Nosotros no lo sabemos, son las instituciones las que velan para que eso no suceda, y para conocerlo se realizan los estudios pertinentes. En principio, el avance de la actividad de la cantera no beneficia al sistema kárstico en el que se encuentra la cueva; es preciso saber si esto puede afectar indirectamente a Alkerdi y tomar las medidas de protección oportunas.

¿Qué organismo o institución debería encargarse de proteger este patrimonio histórico?

El organismo que se encarga y que se está encargando de la protección de patrimonio es el propio Gobierno de Navarra.I. V.