Como las gatas al sol
Dicen que los gatos nos llevan hacia las casas. Dicen que las personas solitarias viven con gatos, Holly Golightly lo era a pesar de estar rodeada de gente. A su minino, la protagonista del relato de Truman Capote, lo llamó Gato, quizá porque era tan anónimo y pequeño como su personaje lo era en la ciudad, tanto como lo puede ser una joven que llega a la gran manzana tras crecer en una granja perdida en medio de los Estado Unidos. Los gatos habitan cerca del pescado, de los ratones, se hacen ovillos, ronronean al sol y nos miran desafiantes mientras se escabullen de forma estilizada y estética. Hacen chas y desaparecen. Algunas personas son como los gatos y otras se dejan vencer ante su hechizo. A veces me fijo en las ancianas que alimentan a los felinos callejeros en mi barrio. A una de ellas le caía bien el apodo de “La gata”. “La gata sobre el tejado de cinc”, “El gato con botas”, “Garfield”, “Como perros y gatos”... Tom y Jerry y Piolin incordiando a Silvestre. Ayer vi un lindo gatito al sol en Pasaia, se movía acurrucándose sobre unas piedras rosas teñidas con el verde del musgo del mar de la bahía. Una anciana lo había alimentado mientras hablaba con él y algunos de sus colegas gatunos. Les rogaba orden y les llamaba por su nombre. No recuerdo los nombres, pero reconocería a la anciana si la volviera a ver. Quién fuera gato, a ratos, para sentarse tranquila al sol sin otra preocupación que hacer la digestión.