Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

El arte de lo imprevisto

El Leicester representa un cuento de hadas que también encontramos en una ciudad israelí, un club de Hong Kong o en Calabria.

«Por más que los tecnócratas lo programen hasta el mínimo detalle, por mucho que los poderosos lo manipulen, el fútbol continúa queriendo ser el arte de lo imprevisto. Donde menos se espera salta lo imposible».

Eduardo Galeno

‘‘Una historia del mundo en diez capítulos y medio’’, es el título del libro que escribió hace más de un cuarto de siglo Julian Barnes, un novelista catalogado en su día como el más francés de los ingleses. En su último cuento, ‘‘El sueño’’, el narrador se imagina en el cielo, ese lugar que René Goscinny temía que cayera sobre nuestras cabezas y al que para entrar, como decía Rosa Montero, primero hay que morirse. En él, el autor cree que todo es posible y los sueños se hacen realidad, incluso al hojear las noticias del día: «Abrí el periódico que Brigitta había tenido el detalle de poner en mi bandeja y casi derramo el té. Bueno, lo derramé, solo que esas cosas ya no le preocupan a uno. Era noticia de primera plana. Bueno, lo habría sido, ¿no? El Leicester City había ganado la Copa. En serio, ¡el Leicester City había ganado la Copa! No se lo habrían creído, ¿verdad? Bueno, puede que ustedes se lo creyeran, si no entienden nada de fútbol. Pero yo sé unas cuantas cosas sobre fútbol, y he apoyado al Leicester City toda mi vida, y yo no me lo hubiera creído, ésa es la cuestión. No me malinterpreten, no estoy criticando a mi equipo. Es un buen equipo, muy bueno a veces, pero nunca gana las grandes competiciones». Y concluye, no sin antes brindar con una copa de champán en pleno desayuno: «¡Qué actuación! ¡Qué mezcla de destreza y puro carácter! Me sentía orgulloso de los muchachos».

Años después, allá en 2001, el diario ‘‘The Observer’’ hablaba con el propio escritor sobre esa pasión suya por el balón en general y el Leicester en particular, más allá de ser natural de la ciudad de los Foxes. Y Barnes volvió a mostrarse visionario sobre en lo que se ha convertido este deporte, el mismo que, por suerte, sigue siendo ese arte de lo imprevisto de Galeano: «Mi momento de mayor miedo como hincha fue en Highbury. Estaba sentado detrás del arco de Tim Flowers cuando de pronto Bergkamp, Overmars, Vieira, Henry y Kanu se acercaron a nuestra área. Yo pensé: ‘Eso es talento, pero también es dinero que viene hacia mí, dinero que nunca tendremos’. Fue un punto bajo en mi relación con el fútbol porque confirmó nuestro destino de equipo de mitad de tabla. Salvo que nos compre Al-Fayed».

A su equipo del alma no lo compró el dueño de los grandes almacenes Harrod´s, sino un adinerado tailandés de nombre impronunciable que regala donuts y cerveza a sus aficionados y ahora tendrá que pagar, dicen, 6´4 millones de libras a Claudio Ranieri por levantar la Premier League. Normal, quién se lo iba a decir si en las casas de apuestas británicas era más factible hallar evidencias de la existencia del monstruo del Lago Ness que el Leicester ganara la liga.

«Al fútbol profesional se lo puede salvar desalentando su materialismo. Cambiar este fútbol exige destruir. Destruir lo que se está construyendo. Para poder entonces construir», dejó como legado el argentino Dante Panzieri, periodista de periodistas y azote de advenedizos, arribistas y boludos, del fútbol mal jugado y los directores técnicos. Difícil adivinar lo que el intenso y gran Panzieri pensaría de este Leicester, de su epopeya, de su gesta, sobre todo cuando era reacio a las canonizaciones porque «el mayor genio humano fue hasta ahora Leonardo Da Vinci, y no creo que haya sido capaz de jugar bien al fútbol, o de tejerse un pullover».

Así que pondremos los pies en el suelo. Y observaremos lo hecho por el Leicester como ese arte de lo imprevisto, como un capítulo más de esta historia del mundo que es el fútbol... como diría el propio Panzieri en una de sus frases de cabecera, «fútbol, dinámica de lo impensado». Porque de igual manera que a Pelé le tomó el relevo Maradona y a éste Messi, de la misma manera que las variaciones del clima mundial responden a ciclos de veinte años, cada cierto tiempo, largo, aparece un Leicester, incluso un Kaiserlautern, liderado por un jovencísimo Michael Ballack, que estos días hace 18 años que ganaba la Bundesliga un año después de ascender desde la segunda división.

Milagros inesperados. Como el del Ipswich Town, que ascendió y ganó la liga en 1961 o las hazañas del Derby County y el Nottingham Forest, en 1972 y 1978, de la mano del genio de la lámpara Brian Clough; la vuelta olímpica del Hellas Verona del danés Larsen Elkjaer y el teutón Briegel en las mismas narices del Napoli de Maradona y la Juventus de Platini en 1984; el título del Cagliari de Gigi Riva en 1970; del Eintracht Braunschweig en 1967 ante el poderoso Munich 1860; o la del Boavista luso en el 2000 en una liga que solo han ganado cinco distintos equipos en toda su historia.

Crotone, a Serie A

Sueños cumplidos. Cuentos de hadas. Como el de Chan Yuen Ting, una entrenadora de solo 27 años que ha desafiado los convencionalismos y guiado al Eastern hasta el título de la Premier League de Hong Kong. La primera mujer que hace campeón a un equipo masculino en la máxima categoría del fútbol de un país. Empezó admirando el juego –y la belleza, admite,– de David Beckham, hoy es admiradora de José Mourinho, llegar a sentarse en un banquillo de hombres al máximo nivel no ha sido fácil. Pero ahí está. Lista para nuevos retos.

Una mujer en un mundo de hombres, como Alona Barkat, la propietaria del Hapoel Beerseba, el club de la ciudad israelí más conocida por el ajedrez, que está próximo a ganar su primera liga en 30 años. Esta jornada logró empatar en casa del Maccabi de Tel Aviv, campeón las tres últimas ediciones. Como cuenta Toni Padilla estos días, en Beerseba son sefarditas, escorados a la derecha y el conservadurismo, y allí recaló esta mujer, empresaria y emprendedora, hermana del alcalde del Jerusalem, que en 2007 compró un club hundido y lo ha colocado a tres jornadas del título. Ajena a la ciudad, a su idiosincrasia, a sus creencias religiosas y políticas, no solo ha levantado a la entidad y estrenado nuevo estadio, sino que ficha por talento y no por raza o religión. No solo cuenta con futbolistas árabes sino que promueve programas de inclusión como los descendientes de los judíos etíopes, negros, o los beduinos. Otro oasis en mitad del planeta fútbol.

Como fluye el talento inagotable de un eterno, de un gran capitán, de Francesco Totti, presto para volver a saltar al campo en los minutos finales y mantener vivo a su equipo en la lucha por el segundo puesto con un gol de falta. En los últimos 4 partidos ha jugado 56 minutos y ha marcado 4 goles. Esta jornada firmó su gol número 304 en 599 partidos con una Roma que sigue peleada con el Napoli por esa plaza de Champions. Un premio que sabe a gloria bendita, como la que ha saboreado el modestísimo Crotone, situado geográficamente allá donde comienza la suela de la bota italiana, el 66º equipo en la historia de la Serie A italiana.

Las crónicas transalpinas ya hablan de un ‘Leicester a la calabrese’. Es el tercer club de Calabria que alcanza la elite. Una ciudad de 60.000 almas, en Crotone, tierra de la Ndrangheta, una de las provincias más pobres de Italia. Aquella de donde todos se quieren ir porque no hay nada que hacer, «che qui in Calabria non c’è niente, proprio niente da far…», como reza la canción. La tierra de Gennaro Gatusso, el que sudaba sal y pimienta. Un triunfo del esfuerzo. En nueve años siete ascensos. 93 años de historia rossoblu. 10 millones de presupuesto. Fútbol modesto. Otro sueño cumplido.

Frente al Bayern, Juventus, PSG, el arte de lo imprevisto. El Burnley es ya equipo Premier. Y se paga ya 5.000 libras a 1 a que tomará el testigo del Leicester la próxima campaña. Soñar. Sueña Aitor Karaka, a un paso de ascender a su ‘Boro’. Un vasco en la corte del Rey Arturo. Soñar...