11 MAY. 2016 KOLABORAZIOAK ¡Pasa la capucha hermana! Esther Asensio, Nerea Segurola y Lur Arrizabalaga Colectivo Farrukas Pasa la capucha hermana! Trasciende la rabia y únete a esta marea negra, para juntas hacer tambalear el heteropatriarcado. Siguiendo el camino recorrido por muchos otros colectivos feministas, compartiendo y llevando a cabo formas de lucha nada nuevas, y desde la necesidad de dar una respuesta contundente a la violencia machista, nace el colectivo Farrukas en el año 2014. Independientemente de quiénes seamos, lo importante y por lo que nosotras apostamos es por tejer redes de solidaridad entre compañeras y colectivos feministas, alianzas como forma y estrategia de lucha. El contagio de capuchas puede es tallar en cualquier punto, en cualquier momento; se está expandiendo, contagiando, co lectivizando, sin directrices ni lideresas. Y en este sentido, volvemos a recordar, que aunque nuestra apuesta sea el negro, la peluca de colores, el tanga o el pasamontañas, todo suma y nada resta, para tejer esas alianzas tan necesarias en la lucha contra las violencias machistas. Nuestra apuesta, desde el primer momento, es salir juntas a la calle a denunciar y responder la violencia machista, siendo y haciendo aquello que nos es negado: ir encapuchadas, vestidas de negro, con antorchas, haciendo ruido, expresando rabia, con fuerza…Transgredimos la imagen de mujer víctima, sumisa, pasiva y nos mostramos activas y combativas, siendo conscientes de nuestro poder y de nuestra fuerza. Nos ponemos la capuch a porque crea una identidad colectiva como estrategia de lucha contra la individualización y el control heteropatriarcal. Cualquiera puede ser agredida, podemos ser todas. ¡Si tocan a una respondemos todas! El objetivo de ir tapadas no es ocultarnos; no lo hacemos ni por miedo, ni por vergüenza. Muy al contrario, hemos tenido que encapucharnos para que se nos vea. La trascendencia y el impacto que ha tenido lo demuestran. El miedo va a cambiar de bando es el lema que concienzudamente hemos elegido como estrategia política, sabiendo que es provocador y no conciliador, porque, precisamente, queremos generar debate. Si alguien se siente aludido, que se plantee y se responsabilice de lo que tiene que cambiar. Ahí van algunas ideas: silencio ante las múltiples violencias machistas, colaboración, legitimación, apoyo, pasividad y, directamente, el ejercicio de la violencia. No queremos generar temor al género masculino, pero sí al agresor: queremos que tenga suficiente miedo para que no nos agreda. Es lícito provocar el miedo suficiente para que no se repita. El terror que el sistema genera a las socializadas como mujeres es violencia, y nosotras lo que hacemos es responderla. Y, sí, amigos, la pérdida de poder y privilegios da miedo, y he aquí, el aporte pedagógico de la frase. Por cierto: ante la feminización del miedo nadie se inmuta. ¿Cuándo se van a responsabilizar los hombres? ¿Cuándo los agresores? ¿Cuándo la sociedad en su conjunto? ¿Cuándo van a empezar los socializados hombres a cuestionar su masculinidad y a deponer sus privilegios? A nosotras se nos inculca el miedo y, encima, se nos niega la agresividad. Nos reapropiamos de ella, porque es una herramienta muy útil para responder, para poner límites, para decir que no, para hacernos respetar. Queremos y apostamos por transformar ese miedo en respuesta activa, afirmativa y combativa. ¿Violentas? Nosotras lo que hacemos es responder a la violencia que el sistema ejerce contra las mujeres y otras cor poralidades no hegemónicas. ¿Violentas? La violencia machista está asesinando a mujeres y no pasa nada. ¿Y se nos cuestiona por salir a denunciarlo y decir que vamos a responder? ¿Qué estamos debatiendo: si nos ponemos las capuchas o sobre los asesinatos machistas? ¿Qué nos pasa cuando se juntan las palabras mujer y violencia? Por un lado, los roles de feminidad impuestos nos niegan la posibilidad de utilizar la agresividad y la autodefensa. Y, por otro, por cualquier cosa que hagamos se nos tacha de violentas, se nos castiga y criminaliza porque, precisamente, estamos rompiendo con esa posición de sumisión obligatoria asignada a las mujeres. ¡Si respondemos mal y si no también! Es falaz e hipócrita el discurso que equipara la violencia que ejerce el sistema heteropatriarcal con la autodefensa feminista, porque la primera se ejecuta desde una posición de poder hegemónica y la segunda es una respuesta desde un lugar de opresión. No nos callamos, ni nos callaremos, cuando vemos cómo la violencia golpea, invisibiliza, oprime, niega, excluye y acalla nuestras vidas. Y mientras esto siga sucediendo, seguiremos entonando el grito de guerra. Continuaremos subvirtiendo los roles de feminidad impuestos y respondiendo unidas, enmarañadas, todas a una, porque como el pasado 9 de abril quedó bien claro en Gasteiz, todas las respuestas son válidas, legítimas y necesarias. Una marea negra que se expresa con rabia y contundencia, sí, una rabia estridente que revienta los tímpanos de aquellos que nos quieren calladas, pasivas y sumisas. Pero nosotras vamos a seguir bailando y celebrando, a la par que luchando y peleando. Porque la fuerza explosiva revolucionaria del movimiento feminista está más viva que nunca. Porque somos más que cuando empezamos, y lo seguiremos siendo. Nosotras vamos a seguir bailando y celebrando, a la par que luchando y peleando. Porque la fuerza explosiva revolucionaria del movimiento feminista está más viva que nunca