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RUGIDO ROJIBLANCO

Agur a otro gran capitán


No sería justo calificarlo como ‘el gran capitán’, por respeto a los que le antecedieron, entre otros Dani, y por los que esperamos que vengan, pero el Athletic se vuelve a encontrar ante la retirada de uno de esos portadores de brazalete que han marcado una época. Aquel chaval que por decisión de Jupp Heynckes debutara encajando una goleada ante el Villarreal, caracterizado por un fútbol que refleja sus cualidades como persona: valiente, luchador y trabajador, solidario y, sobre todo, noble. Va a pasar a la historia zurigorri con mayúsculas.

Carlos Gurpegi quedará retratado en esos libros de historia como modelo para quienes quieran abrirse paso en el Athletic. Por su perseverancia, por sus lecciones de saber levantarse después de cada caída para poder consolidarse en la élite, porque muy pocos sabrían reponerse como él de los peores avatares que pueden darse en el fútbol: lesiones complicadas y una sanción por do paje. Lo primero, producido como consecuencia de partirse la cara o la pierna, literalmente, en defensa de los colores rojo y blanco. Lo segundo, como inocente víctima colateral de una caza a Sabino Padilla tomada en despachos de políticos que ambicionaban metas mayores y que quisieron utilizar una falsa persecución del dopaje como carta de presentación.

Se retira con casi cuatrocientos partidos vistiendo la camiseta del Athletic. Eso, tras hurtársele dos años de fútbol tras un proceso trufado de irregularidades y por dar positivo en un metabolito que, poco después, se admitió que podía generarse de manera endógena. Sin ser el mejor orador, con tan solo esa sonrisa que retrata su bonhomía, con un carisma indiscutible basado en la sencillez, el mediapunta que se consolidó como mediocentro y que ha acabado su carrera reconvertido en central ha sabido ganarse el respeto unánime de compañeros, técnicos, mandatarios, afición y prensa... de la prensa que importa, la nuestra.

El mundo del fútbol le debe mucho a ‘Gurpe’. Sobre todo le debe disculpas. De los analfabetos que le han insultado grave y reiteradamente desde la grada. De los periodistas que contribuyeron a condenarle, en especial del radiopredicador nocturno que ahora pretende hacer mudanza. De los políticos a los que no importó poner en riesgo su carrera por intereses bastardos. Pero como la petición de disculpas no va a llegar, debemos ser los de casa los que le despidamos como merece. Que la constatación del cariño de su otra familia, la del Athletic, una vez más, le compensen todos los sinsabores. Debemos estar a la altura. El Club tiene la obligación de despedir a Carlos por la puerta grande. Por lo que simboliza, porque representa como pocos las virtudes que debe tener un futbolista salido de Lezama.