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Entrevista
JULIO ANGUITA
EX COORDINADOR GENERAL DE IU

«ETA le venía muy bien a ciertos poderes del Estado»

Nacido en Fuengirola (Málaga) en 1941, fue alcalde de Córdoba y coordinador general de IU en los años 90. Habla en su nombre, «sin querer comprometer a nadie», y celebra el acuerdo entre Podemos e IU como una «herramienta» de cambio.


Dos décadas después se vuelve a hablar de «sorpasso». ¿El tiempo le ha dado la razón?

Para que empezase una alternativa en España que tenía que venir, más que de la izquierda, de la inmensa mayoría de los ciudadanos, tenía que superarse al PSOE. El objetivo era romper el bipartito por lo más teóricamente cercano. Después de 20 años los hechos han venido a justificar aquella visión.

Dentro de IU hay quien considera que el pacto con Podemos implica desaparecer.

Cuando se tienen las ideas claras, no hay ningún miedo a desaparecer. Al contrario, deben ser los primeros en luchar por este acuerdo que se ha conseguido, en desarrollarlo, en mantenerlo. Buscar la identidad en las siglas es la manera de enterrar las organizaciones. No tengo ningún miedo de que nosotros, como IU, estemos ahora en este proceso con una fuerza mayor como es Podemos.

Un «sorpasso» al PSOE también puede favorecer que se entregue a la «gran coalición». ¿Teme quedar en una posición como la del PCI, que siempre obtuvo grandes resultados, pero nunca logró gobernar?

Sí, pero todos hemos aprendido de esa historia. El instrumento político empieza a organizarse, lo constituyen Equo, IU y Podemos y va a las elecciones del 26J. Pero tendrá que desarrollarse, ampliarse y ponerse en rodamiento ante las dificultades políticas e institucionales. Paralelamente, hay que decirle a los movimientos que han ocupado las calles en los últimos años (las mareas, las marchas de la dignidad, Stop Desahucios) que deben pensar ya en la cultura de gobierno. Deben sentirse partícipes de un movimiento que ellos tienen que crear. Sin esa parte social el proyecto de cambio en España va a ser muy difícil. Si eso se consigue, dentro de cuatro años, en las siguientes elecciones, puede estar en la Moncloa. Y no por estar, sino como Boletín Oficial del Estado y con un gran consenso en torno a unas ideas programáticas muy claras. El acuerdo es interesante, pero ya hay que pensar en las siguientes etapas. Esto es simplemente un instrumento.

En el análisis que se hace sobre la crisis de régimen da la sensación de que queda fuera el proceso catalán.

Queda aparentemente fuera. Algún día habrá que hablar de España como Estado plurinacional. Y cuando digo algún día, no digo un día lejano. Sigo defendiendo el derecho de autodeterminación. Está en los Derechos Humanos e, implícitamente, en la Constitución, en el artículo 10. La Transición no solucionó el problema del Estado español, ni el de monarquía o república, ni el de la laicidad del Estado ni el del Estado social, democrático y de derecho, que es más que el débil Estado del Bienestar que tenemos. Eso es algo de lo que tenemos por delante, acudir a la cita de las reformas democráticas que en España siempre han terminado por no cuajar.

Da la sensación de que la izquierda española considera el derecho a decidir como algo secundario, lo que genera la desconfianza del independentismo. ¿Cómo se quiebra esto?

Con unas premisas previas. Por parte del independentismo, tener presente que deben dar un margen de confianza, no muy largo, pero un margen. Y de la parte española, entre comillas, hay que darse cuenta de que esto no se puede demorar más, ni decir que ‘más tarde lo veremos’. Debe abordarse casi simultáneamente, no digo totalmente, sino casi, para disipar resquemores. Si hablamos de cambiar España, la parte ‘española’, debe darse cuenta de que hay naciones y que tienen su derecho. Es un cambio cultural profundo, pero hay que hacerlo ya.

ETA cesó su actividad hace 5 años, pero el Estado no se ha movido. ¿Cómo lo explica?

ETA le venía muy bien a ciertos poderes del Estado. Lo más inteligente que podría hacer es disolverse, porque le ha ido suministrando coartadas para impedir que estos problemas fuesen abordados. Es paradójico que sigan hablando de los muertos, hacia los que hay que tener cuidado y atención, pero olvidando los muertos en las cunetas en la Guerra Civil. Ha llegado el momento de decirles ‘miren ustedes, son unos hipócritas’. Hablemos de todos los muertos, pero no busquen más excusas. Contra ETA ellos vivían muy bien. Les justificaba todas sus acciones, las legales y las ilegales, las del Estado de Derecho y las del terrorismo de Estado.

Se da la paradoja de que, cuando Pablo Iglesias recuerda a los GAL parece que sea peor visto hacer memoria que la participación de miembros del PSOE en la «guerra sucia».

Esta es la gran hipocresía instalada en el país. Tiene que ver con una cantidad enorme de medios de comunicación que no son independientes como blasonan, sino que se deben a poderes económicos y políticos. Es una realidad, aquí ha habido terrorismo de Estado con unos responsables que tienen nombres y apellidos. Y que ejercieron altas magistraturas del Estado. Pero eso no se puede decir porque se está imponiendo esa cultura de celofán y de flor de estufa en que no conviene decir ciertas cosas. Hay que hablar de todo clarísimamente. El terrorismo de Estado existió en España. Y hay que recordarlo.

En Euskal Herria hay cuestiones pendientes como la política penitenciaria. ¿Ve oportunidades en el nuevo ciclo?

La política penitenciaria tenía que haberse hecho. Primero por justicia, por no castigar a las familias. Después, por inteligencia. Muestran una inteligencia muy corta, la sed de venganza prima sobre la inteligencia. Sería importante volver a sacar el Pacto de Ajuria Enea, firmado por el PP, que decía cosas que ahora niega. Aquello empezaba a rezumar una nueva visión de las cosas. Pero claro, llegó un momento en el que no interesaba. En cierta medida, los crímenes de ETA justificaban ciertas cosas. En un deslizamiento, empezó a penalizarse no la muerte de seres humanos por parte de ETA, sino el pensamiento. Como si los pensamientos independentistas delinquieran.

Ahí entra la persecución contra Arnaldo Otegi, al que ni siquiera quieren permitir que hable.

Sí. Gobierna el espíritu más chato, romo e impresentable de la época de Fernando VII. Es la época la época del «vivan las cadenas y muera la nación», del despotismo más zafio y más lleno de santería, procesiones y condecoraciones a vírgenes.

«El proceso constituyente se hace, no se dice»

¿Se atreve a poner fecha a un proceso constituyente? Da la sensación de que se ha abandonado la idea.

El proceso constituyente se hace, no se dice. Una de las medidas o de los procesos que habría que poner en marcha ahora mismo sería el cumplimiento de muchos aspectos de la Constitución que se están incumpliendo. En la izquierda tenemos un afán declamatorio, de quedar bien ante un público, de gestos, de palabras hermosas, altisonantes. El proceso constituyente hay que hacerlo sin nombrarlo, como el personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo. No hay que estar constantemente satisfaciendo el ego de esa izquierda que no se entera todavía, que cree que la revolución es poner en un papel grandes ideas.

También hay que tomar en cuenta la presión de Europa. El Gobierno que salga del 26J tendrá las manos atadas.

Depende de la fuerza que tenga. Por eso estoy urgiendo a la construcción del frente social y a la depuración y mayor desarrollo del frente político. Porque en un momento u otro tendremos que afrontar ese problema. Y para eso previamente hay que establecer alianzas con Europa, que ya existen. No creo que esta alianza llegue a tener la mayoría absoluta, lo que va a tener es un peso tremendo para impedir determinadas políticas. El combate va a ser durísimo, pero es inevitable.

¿No existe el riesgo de que la actual parálisis derive en la reclamación de un tecnócrata?

Estamos instalados en una atmósfera de un cierto fascismo blando, consistente en el ‘todos los políticos roban’, pero no se habla de los empresarios que sobornan; ‘la política no sirve para nada’, ‘todos son iguales’... Volver a la negación del pensamiento. Es una especie de fascismo blando que puede volverse duro. Estamos en Europa, empieza a aparecer el racismo y con él, el fascismo.A. PRADILLA