Aitor Agirrezabal
IKUSMIRA

Juegos, playas con velos y playas sin burkinis

Unos JJOO son lo más parecido a Twitter en la vida real. Cientos de acontecimientos simultáneos; información instantánea y que cuesta digerir. Una imagen me llama la atención. Dos partidos de voley-playa. Por un lado dos mujeres separadas por la red: una con el habitual y escueto bikini de las jugadoras femeninas, la otra con velo y el cuerpo completamente cubierto. En la segunda imagen, hombres: pantalón corto y tirantes.

En el caso masculino solo importa el juego, mientras que en el femenino tanto la exhibición como la ocultación del cuerpo superan los hitos deportivos. Cualquier tipo de velo poco tiene que ver con la religión o cultura musulmana. El burka, medio de dominación, sexualiza a la mujer. Le resta la identidad, convirtiéndola únicamente en sexo.

Si el debate sobre el papel de la mujer en los grandes eventos deportivos es inexistente, el debate sobre el velo en Europa ha sido estéril. Lo han convertido en una cuestión electoralista, lejos de debatir sobre el género y los derechos. Una concesión al machismo, que aprovecha el islam como una herramienta más de dominación. La izquierda europea tampoco ha sabido responder y se ha escondido detrás de un relativismo moral que ha dado alas tanto al machismo como al racismo. Alemania se muestra dispuesta a estudiar la prohibición del burka pero como política frente al yihadismo. Cannes, a su vez, impide utilizar el burkini en sus playas. Al final, tanto en los JJOO, en Twitter o en la calle, el machismo sale vencedor de la ausencia de debate.