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Entrevista
PATXI IRURZUN
ESCRITOR

«Detrás del proceso a las brujas de Zugarramurdi había un ejercicio de control social»

Los corsarios vascos, la famosa caza de brujas en Zugarramurdi, las repúblicas piratas y libertarias del mar Caribe… Patxi Irurzun se adentra en su nueva obra, «Los dueños del viento», publicada por Harper Collins, en el género histórico y de aventuras, con una novela que habla sobre la búsqueda de la libertad por parte de «aquellos que tienen como única posesión el viento y esperan que alguna vez sople a su favor».


Piratas vascos, el proceso a las brujas de Zugarramurdi, el siglo XVII y escenarios como La Española, Isla Tortuga… Esta novela es sin duda un cambio sorprendente en la trayectoria literaria de Patxi Irurzun.

La verdad es que sí, pero cuando escribo suelo hacer caso al corazón, y esta idea partió de una corazonada. Fue hace más diez años, en una biblioteca. Yo soy de esas personas que leen todo lo que cae en sus manos, folletos del kebab, los papelitos esos de los videntes africanos, listas de la compra que me encuentro tiradas por la calle.... En aquella ocasión era una guía de lectura sobre piratería, en la que también se recomendaban películas y la música que, en teoría, podía asemejarse a la que escuchaban los piratas, la música cajún… Al principio fue esto, sobre todo, lo que me interesó, escuché algunos discos, me despertaron curiosidad, y una cosa fue llevando a otra, comencé también a leer libros, ensayos, y por ahí fueron saliendo las historias de piratas y corsarios vascos, que desconocía, o sobre los intentos de algunas hermandades de piratas de fundar sociedades libertarias en el Caribe… Y todo ese mundo se convirtió en una obsesión personal, sobre la que tenía que escribir algo, por ejemplo, una historia sobre un músico vasco, con su alboka, en una tripulación pirata…

Se despertó de alguna manera esa idea romántica del pirata que todos admiramos desde niños…

Sí, también hay algo de eso, y un homenaje a los libros de aventuras con los que me hice lector, Jack London, Mark Twain, Salgari, Stevenson… A todos nos gustan los piratas, porque los consideramos seres libres, dueños de su destino… Pero en realidad es una idealización que proviene del romanticismo y del cine, de las pelis de Errol Flyn y de la Canción de pirata de Espronceda: “Con cien cañones por banda…”. Lo cierto es que los piratas se convertían en todo eso casi por necesidad, o por obligación, sus tripulaciones estaban formadas por perseguidos por la justicia, esclavos huidos, delincuentes, asesinos, desertores, a los que las naciones consideraban la escoria de la sociedad y que se quitaban de encima enviándolos a alta mar, y si además era para combatir contra barcos enemigos, todavía mejor. Ese tipo de personajes, perdedores, marginados, renegados, siempre me han atraído, y ahí es también donde entra en juego que mi protagonista, Joanes de Sagarmin, sea también un “apestado”, en este caso un muchacho de Zugarramurdi, hijo de un contrabandista y una bruja quemada por la inquisición, en el auto de fe de Logroño de 1610.

La verdad es que usted se ha referido durante mucho tiempo a este libro como un libro de piratas pero prácticamente toda la primera parte trata sobre las brujas de Zugarramurdi, su proceso…

Es cierto. Me interesaba sobre todo contar todo eso prescindiendo de esa otra leyenda y folclore en torno a las brujas de Zugarramurdi, los akelarres, los vuelos nocturnos, las pócimas... Si alguien viene ahora y te cuenta que ha visto pasar a alguien volando encima de una escoba, o de un aspirador, no le vas a creer, y eso vale lo mismo para hace quinientos años, por mucha literatura que se haya escrito. En realidad detrás del proceso y persecución a las brujas es más que probable que hubiera otras explicaciones, por ejemplo un ejercicio de represión y control social. De hecho, los habitantes de Zugarramurdi eran libres, a diferencia de los de Urdazubi, que eran siervos de la abadía, y es precisamente de ahí, del abad de Urdazubi, que además buscaba medrar dentro de la inquisición, de donde parte la denuncia. De ahí y de una chica que acaba de regresar a Zugarramurdi desde Iparralde tras ser perseguida por otro inquisidor, Pierre de Lancre, y que acusa a sus vecinos por miedo, antes de que suceda al revés, de que ella sea la señalada.

El miedo, el pánico inducido por las autoridades, las rencillas y acusaciones entre vecinos por litigios domésticos (igual que sucedió en la retaguardia durante la guerra civil) son razones mucho más lógicas para encontrar una explicación a la brujería que el satanismo o la zoofilia con machos cabríos.

Su protagonista tras perder a sus padres, huye y se refugia en Lapurdi, donde conoce a otros de los protagonistas de la novela, como Morguy o Kuthun, de la mano de quien entra en contacto con los corsarios y piratas vascos, un mundo no muy conocido entre nosotros o que, al menos, siempre despierta nuestra curiosidad.

Kuthun es un compendio de algunos de los piratas vascos más célebres, que los hay, como Michel le Basque, o, sobre todo, Pellot y Jean Lafitte, personajes de vidas intensas. Lafitte, por ejemplo, se dice que financió la publicación del Manifiesto Comunista, o que cuando el gobernador de Nueva Orleans puso precio a su cabeza, él dobló la recompensa a quien le llevara la cabeza del gobernador (sobre eso escribí la letra de una canción para el grupo Vendetta). Todos tenían un punto cruel, que también caracteriza a mi personaje, para el que también tomé en cuenta otra historia que leí, la de un muchacho detenido por Lancre al que se le acusa de estar poseído por el demonio porque era capaz de componer unos poemas dignos de Petrarca, a pesar de su juventud. Se dice que este muchacho, tras su detención, dejó de escribir poesía y llevó una vida bastante anodina. Kuthun, mi personaje, por el contrario, se convirtió en un vengativo pirata.

¿Y la misteriosa Morguy?

Morguy es un personaje real, sobre el que he construido una ficción histórica, porque apenas hay documentación sobre ella. Morguy era la jovencísima ayudante del inquisidor Lancre, una vidente que decían que podía distinguir las marcas del demonio en las pupilas de los detenidos. Joanes se enamora fatalmente de ella y entre ellos dos y Kuthun se establece un triángulo de amor-odio.

También aparecen otros personajes históricos reales, como Axular, el brujo de Bargota, Andragoto, la ciega de Viana… ¿Una novela como esta exige un trabajo exhaustivo de documentación?

La verdad es que es el libro que me ha costado más escribir. El viaje ha durado casi diez años, aunque por el camino he atracado en otros puertos y se me han cruzado otros libros, “Pan duro”, “Dios nunca reza”, “La tristeza de las tiendas de pelucas”. Cuando paraba, me costaba mucho retomar “Los dueños del viento”, porque tenía que volver a situarme en otra época, otro tono… Habré leído casi cien libros sobre el tema, aunque estoy muy lejos de ser un experto en el tema, entre otras cosas porque tengo memoria de pez y la mayoría de esas lecturas servían solo para apuntalar una línea o un párrafo de la novela.

¿La calificaría entonces como una novela histórica?

Me he esforzado porque no chirrié nada, pero no pretendo ser muy exhaustivo en ese sentido, solo que haya un marco histórico en el que transcurre una novela de aventuras y que trata temas atemporales como el amor o la libertad. No soy muy lector de novela histórica, me he acercado al género un poco por intuición, como antes lo hice a los diarios o los libros de viajes.

Algunas novelas históricas se vienen abajo cuando el autor intenta hacer ver todo lo que sabe y ha leído sobre el tema. Y, por otra parte, yo creo que la novela histórica en realidad siempre tiene un punto de falsedad, o mejor dicho, es un pacto, una convención entre el lector y el escritor. Este no puede escribir como una persona del siglo XVII, ni siquiera pensar como ella, escribe para que le entiendan la mente y el corazón de un lector del siglo XXI.

¿El amor y la libertad serían, en definitiva, los temas principales de «Los dueños del viento»?

Sí, yo diría que más que la libertad la búsqueda de la libertad y de su propio destino por parte de los protagonistas. Una libertad que para gran parte de la población estaba negada. Muchos de ellos, también los piratas vascos, buscaban en la piratería un modo de escapar a la pobreza, a la persecución, aunque casi siempre pagaban un alto precio a cambio, la mutilación, la cárcel, la horca… Y también está la búsqueda del amor, de un amor puro, casi platónico. Ese es otro de los temas del libro, cómo mantener intactos en medio de un mundo cruel y violento algunos sentimientos o valores como el amor, la amistad o la piedad.

Los cameos de «Los dueños del viento»

Pedro de Axular, Joanes de Bargota, Pierre de Lancre… En “Los dueños del viento” aparecen varios pasajes protagonizados por personajes históricos reales, contemporáneos de los protagonistas. Pero no son los únicos cameos del libro. Su protagonista, Joanes de Sagarmin, es músico en una tripulación pirata y para poner letra a algunas de las canciones que compone y canta, Irurzun ha recurrido a versos y poemas de diferentes amigos escritores y músicos: El Drogas, Kirmen Uribe, Kutxi Romero, David González, Eva Vaz… Además, algunos de los protagonistas secundarios, responden a nombres como Lemmy o Jager, que los aficionados al rock reconocerán. Como reconocerán los lectores más avezados los pequeños homenajes que a lo largo del libro rinde el escritor navarro a obras y autores clásicos de la literatura universal como Baudelaire, “La Celestina”, Reinaldo Arenas, Baroja, “Rinconete y Cortadillo” o “El Buscón” de Quevedo.M.L.