19 SET. 2016 MEMORIA HISTÓRICA No se saben sus nombres, pero en Artazu no les olvidan Dos hombres aparecieron muertos en 1936 en la curva Santa Marina, en la carretera que une Artazu con Gares. 80 años después, se sigue sin conocer los nombres de los enterrados en una cuneta, pero los vecinos de Artazu les brindaron ayer un homenaje para devolverles la dignidad. Última actualización: 19 SET. 2016 - 07:02h Martxelo DÍAZ Artazu se encuentra a poco más de cuatro kilómetros de Gares, situado sobre una loma que domina el cauce del río Arga. En la curva Santa Marina, la más pronunciada de la carretera, aparecieron hace 80 años los cuerpos de dos jóvenes. Acribillados. No se saben sus nombres, ni de qué pueblo eran. Se inscriben en la categoría de «transeúntes», de aquellos que en el trágico verano de 1936 andaban de pueblo en pueblo buscándose la vida y se encontraron con la muerte. Nadie sabe quiénes son, no se conocen sus nombres ni su procedencia. Pero el pueblo de Artazu los ha hecho suyos, se han convertido en el símbolo de todos aquellos que murieron por la represión fascista y cuyos cuerpos fueron arrojados a las cunetas. Donde antes pasaba el camino viejo de Artazu a Gares, en una loma que domina la actual carretera, se ha colocado un monolito. La reproducción del “Guernica” de Picasso refleja el terror que se vivió en 1936, el seiburu recuerda a los seis fusilados de Artazu (entre ellos cuatro hermanos) y el pájaro de Zumeta simboliza la esperanza, truncada, que supuso la Segunda República. Nada se sabe sobre quiénes son los dos enterrados en la cuneta de Artazu. Nadie conoce su identidad. Juan Mari Aizpun, vecino de Gares con antecedentes familiares en Artazu, relató cómo su abuelo le contó –como si fuera una historia más– que le ordenaron enterrar los dos cuerpos que aparecieron en la curva y que así lo hicieron. Juan Mari Aizpun tenía entonces apenas ocho años y no preguntó nada más a su abuelo. Recuerda que uno de ellos tenía una carta dirigida a su hermana. Pero no se sabe nada más sobre ellos. Son dos más de una lista demasiado larga, de la de quienes desparecieron sin que sus familias tuvieran noticias de ellos. El alcalde de Artazu, Mauro Albizu, leyó el acuerdo que primero acordó el pueblo en asamblea y que luego aprobó el Pleno del Ayuntamiento. En el mismo, se reclama verdad, justicia y reparación. «Llegamos tarde para hacer justicia, pero usaremos la verdad para la reparación», destacó. En la curva de Artazu estuvieron presentes la consejera de Relaciones Ciudadanas e Institucionales del Gobierno navarro, Ana Ollo, y la presidenta del Parlamento, Ainhoa Aznarez. También el parlamentario de Geroa Bai Patxi Leuza o el alcalde de Tafalla, Arturo Goldaracena (EH Bildu). Pero los verdaderos protagonistas fueron los ciudadanos, como Enaitz Reta, bisnieto de Clemente Reta, uno de los ediles que izó la tricolor en el Ayuntamiento de Gares y que fue fusilado al igual que dos de sus hijos. A su mujer, Valentina López, le raparon la cabeza. El resto de la familia abandonó Gares para vivir en Donostia. O Josetxo Bengoetxea –sobrino de los cuatro hermanos Bengoetxea, vecinos de Artazu fusilados– que no pudo contener la emoción. O Gerardo, Juan, Ion y Egoitz, los artazuarras que interpretaron “La tierra está sorda” de Barricada. O Josu Goñi, que bailó un aurresku ante el monolito que se inauguró ayer... Nadie sabe quiénes son los dos jóvenes enterrados en la cuneta de Santa Marina, pero el pueblo de Artazu los ha hecho suyos. Son el símbolo de todos los fusilados en 1936.