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PERFIL

El eterno perdedor, convertido en «hombre de paz»


Simon Peres, uno de los fundadores del Estado de Israel, murió en la noche del martes dos semanas después de sufrir una hemorragia cerebral y tras más de 65 años de vida política. Desde la UE a Barack Obama, pasando por Vladimir Putin, el papa Francisco o Mahmud Abbas se sumaron ayer a recordar a Peres como «hombre de paz», sobre todo por la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, de los que fue uno de los principales arquitectos junto al primer ministro, Isaac Rabin, y al presidente de la Autoridad Palestina, Yassir Arafat.

Pero a la muerte de Peres el edificio construido sobre los cimientos de Oslo está lejos de ser un escenario de paz y solo ha ahondado en la colonización sionista de Palestina, el apartheid y la profundización del conflicto, mientras las perspectivas de una solución son más oscuras que nunca. Nació en Vishneva, un pueblo de Polonia –hoy Bielorrusia–, en 1923, con el nombre de Szymon Persky. Con 11 años llega a la Palestina bajo mandato británico con su familia, donde más tarde se une a la principal organización juvenil del Mapai. –el partido del fundador de Israel, David Ben Gurion, a cuya sombra creció políticamente– y posteriormente al Partido Laborista.

Se unió a la Hagana, uno de los grupos paramilitares judíos que llevaron a cabo atentados y sabotajes contra las autoridades británicas y varias masacres en pueblos palestinos que forzaron la expulsión de su población. Fue el embrión de las Fuerzas Armadas de Israel.

Ben Gurion lo situó en el Ministerio de Defensa, donde se reveló como un belicista convencido, y ordenó una serie de actos de represalia que mantuvieron al recién creado Estado en pie de guerra. Su popularidad creció tras la guerra del Sinaí de 1956, tras la que, con el patrocinio del Estado francés, fue el arquitecto del programa nuclear israelí.

Considerado uno de los «halcones» laboristas, en la década de 1970, avaló desde el Ministerio de Defensa las primeras colonias en Cisjordania. Después de haber rechazado cualquier acuerdo con los países árabes, se convirtió en el defensor del tratado de paz con Egipto de 1979.

Era ya primer ministro cuando la aviación israelí bombardeó la aldea libanesa de Qana, matando a 106 civiles refugiados en un campo de la ONU en abril de 1996, dos años después de recibir el Nobel de la paz. Con ese aval internacional de «hombre de paz» facilitó que Ariel Sharon llegara al poder con mejor imagen que la de criminal de guerra, y este aval hizo que en 2002, con la dura ofensiva sobre Cisjordania, varios miembros del comité del Nobel pidieran que le fuera retirado el premio.

«Eterno perdedor»

Sus constantes derrotas políticas tanto en elecciones –en las legislativas de 1977, 1981, 1984, 1988 y 1996– como en su propio partido, le han valido la denominación de «eterno perdedor», frente a la que ha dado prueba de gran tenacidad.

Figuras como Moshe Dayan o Isaac Rabin lo desplazaron a un segundo plano en numerosas ocasiones, pero no se rindió y, sin ganar elecciones, fue dos veces jefe de Gobierno (1984-1986 y 1995-1996), ministro de Asuntos Exteriores, de Defensa, de Información, Transportes e Integración, además de diputado durante 48 años. Desde el Ejecutivo, fomentó las poderosas empresas israelíes de armamento y aeronáutica. El propio Isaac Rabin lo bautizó como un «intrigante incansable» y sus maniobras llegaron incluso a la disputa por el Nobel, para lograr compartirlo con Rabin y Arafat.

Con 90 años, al frente de la Jefatura del Estado, le llegó su mayor reconocimiento y después de haber sido relegado y derrotado gran parte de su vida, muere como la figura más popular de Israel y los elogios de los gobiernos del mundo.