Sal en las heridas
Leo estos últimos días noticias que me producen dolor e indignación. Habrá quien, muy acertadamente, esté pensando que en el repaso diario a la prensa son frecuentes las lecturas que deprimen y enfadan. Muchas de ellas te llevan a empatizar con el sufrimiento de sus protagonistas, aunque cuesta imaginar hasta qué punto pueden clavarse esos sentimientos en las personas directamente afectadas. Este pensamiento me persigue ante la serie de despropósitos que llegan desde Madrid, echando sal en las heridas de las víctimas de la guerra y el franquismo.
Tras las indecentes declaraciones del ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, afirmando en Iruñea que «algunos pretenden ganar la Guerra Civil 40 años o no sé cuantos años después de haber terminado», esta semana acudimos al intento de la Fiscalía General del Estado para impedir la declaración de los querellantes citados ante diversos juzgados españoles a petición de la jueza argentina María Servini dentro del proceso abierto para investigar los crímenes del franquismo.
¿Qué clase de «demócrata» se refiere de esta manera ante las injusticias perpetradas durante la dictadura? ¿Acaso desdeña el dolor de aquellos que todavía hoy siguen sin conocer el paradero de sus seres queridos? Resulta cínico que el mismo gobierno que defiende el proceso hacia la paz en Colombia se pronuncie de esta manera ante las heridas abiertas de los crímenes franquistas, silenciadas durante décadas tras la impunidad de sus responsables.
Quizá siguen sin comprender que ni la más necia de las venganzas puede truncar el anhelo de memoria y justicia.