Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Corre como Eto’o, cobra como Witsel

El centrocampista belga del Zenit ruso cambia a sus 28 años los 17 millones chinos por temporada por los títulos con la Juventus.

«Si haces las cosas bien, el fútbol te hará rico; si piensas en hacerte rico, no harás las cosas bien», sostenía Marcelo Bielsa. Sanmuel Eto’o dijo aquello de que quería correr como un negro pero cobrar como un blanco. El color de la piel de Alex Witsel es más bien el de un café corto de leche, pero lo que ha tenido claro en su prometedora trayectoria deportiva es que en esto del fútbol estaba para hacerse rico más que para hacer las cosas bien, y que no quería correr como un negro pero sí cobrar como un blanco. En el Benfica, a donde había llegado por 9 millones de euros tras despuntar en Lieja, el centrocampista belga ganó galones en apenas un año, pero en lugar de apostar por un campeonato más competitivo decidió sucumbir a los millones de la Liga rusa y fichar por un precio desorbitado por el Zenit de San Petersburgo, cuando todo apuntaba a que recalaría en el Santiago Bernabéu. Hoy, tres temporadas después, todo parecía cerrado con la Juventus y, de repente, su giro copernicano para firmar con el Tianjin Quanjian que entrena el exfutbolista italiano Fabio Cannavaro sorprendió al mercado. 20 millones por su traspaso –sólo le restaban seis meses en Rusia– y otros casi 17 millones anuales para él con cuatro años de contrato, es decir, algo más de 70 millones para su cuenta corriente. Eligió Rusia en lugar del Madrid, y ahora, con 28 años, ha elegido China en lugar de la Juventus.

«El dinero atrae dinero y, en el fútbol moderno, existe la sensación de que, cuanto más gana un jugador, más quiere… Una ceguera irracional, insaciable, donde el entorno también da su punto de vista, ya que también se beneficia», lo ha resumido el periodista belga Manu Jous. El propio jugador explicó las razones al diario ‘‘Tuttosport’’: «Fue una decisión muy difícil, era una oferta que no podía rechazar por el futuro de mi familia». Unos días después, el centrocampista venezolano Tomás Rincón estampaba su fichaje por los bianconeri y declaraba ufano: «Apenas sentí el nombre de la Juve no tuve dudas. Aquí se juega para ganar. Tengo ganas de dar el máximo. He trabajado mucho para llegar aquí. Buscaré aprender de los grandes jugadores que hay aquí». Como de la noche al día, o como de Tianjin a Turín.

El fútbol chino se ha convertido en el nuevo dorado y la Super Liga India es un referente en cuanto a mercado tras los 216 millones de espectadores que ha tenido la tercera edición de su campeonato. De ser un ‘cementario de elefantes’ a abducir con sueldos millonarios a futbolistas en su plenitud, un negocio que se fundamenta en la apuesta del presidente Xi Jinping, gran aficionado al fútbol, que se ha propuesto que el deporte rey se convierta en el deporte nacional, con la apertura de más de 20.000 escuelas para unos ‘nuevos’ 30 millones de practicantes en edad infantil y juvenil, desarrollando una industria que genere más de 460.000 millones de dólares para el año 2025.

De momento, el dinero del país se ha puesto a circular captando estrellas mediáticas para la liga doméstica –de marzo a octubre– y desplegando sus tentáculos en cada vez más clubes europeos. Ya lo dijo Mao Tse-Tung, «un pueblo formado en un espíritu deportivo será siempre un pueblo con buena salud moral y física». Y financiera, se le olvidó.

China seguro que no ha dicho su última palabra tras los fichajes de Witsel pero también del Apache Carlos Tévez –cobrará 40 millones anuales por dos temporadas– o el brasileño Óscar –por el que han pagado 61 millones al Chelsea–, y es que el mercado invernal ofrece ‘gangas’ para todos los gustos y bolsillos. Lo mismo el Besiktas turco ata al tulipán del Depor Ryan Babel, que ganará 2,1 millones el año, que el holandés NEC Nimega ficha al delantero sueco Jordan Larsson, de 19 años, hijo del exazulgrana Henrik Larsson. Y todavía quedan en el escaparate ilustres como Enmanuel Adebayor, a sus 32 años sin equipo y convocado por Togo para la Copa de África, el gigantón Nicola Zigic a sus 36 años, el argelino Chamakh que no triunfó en el Arsenal, otro ariete mítico como Kevin Kuranyi a sus 34 años, el que fuera defensa del Sevilla Martín Cáceres e incluso anda todavía por ahí Dimitar Berbatov o el que afirmó que iba para número uno Niklas Bendtner.

El luso Eder, héroe abucheado

Quién sabe, incluso uno de esos ‘rutilantes’ fichajes de un mercado invernal que casi nunca suele resultar acertado, podría ser el portugués Eder. ¿Lo recuerdan? Fue el invitado a los postres que robó la gloria a Cristiano Ronaldo en la final de la pasada Eurocopa, el insperado héroe que marcó y dio el título a Portugal ante la anfritriona.

De origen africano, emigró a la metrópoli y allí, con ocho años, sus padres le enviaron a un hogar para menores sin recursos y a día de hoy su padre aún purga pena en prisión por asesinar a su madrastra. Años después, siendo el jugador menos valorado de la convocatoria lusa para Francia 2016, el patito feo se transformaba en cisne. Un cisne, swan, fichado ese año por el Swansea, apenas llevaba un mes cedido en el Lille francés que le contrató al acabar la Eurocopa. Héroe portugués, enemigo de muchas hinchadas francesas. Silbidos y abucheos le persiguen en campos. En la última jornada del año de la Ligue 1, su equipo empató a domicilio al Rennes en el minuto 89 con gol suyo, y un periodista local escribió: «Querido Éder, quiero expresarte mi resentimiento… como tantos otros compatriotas te detesto desde que aquella noche destrozaste mi sueño. Entonces me callé. Hasta ayer, que marcaste un gol a mi Stade Rennais. ¡Y en el 89! ¿En serio? Te pido que pares ya de destruir mi vida». Sin palabras.

Nada que ver con cómo le van las cosas a un joven futbolista del que su entrenador Mauricio Pochettino defendía días atrás que «es la aparición más importante de los últimos años en el fútbol inglés». Hablaba de Dele Alli, uno de los grandes talentos de su Tottenham, con permiso de Harry Kane o el danés Christian Eriksen, que con dos goles suyos –tres dobletes en tres jornadas seguidas– hizo besar la lona por primera vez al arrollador Chelsea, líder de la Premier que se quedó sin récord de 14 victorias consecutivas en 128 años de historia, que sigue en manos del Arsenal... gracias a sus vecinos y rivales los Spurs.

El Tottenham, el mejor equipo en este carrusel de partidos en Inglaterra –descansa la Liga hasta el 14–, se coloca tercero, a siete de los Blues, empatado con un City que ganó con muchos apuros y mosqueo de Pep Guardiola con la prensa; a cinco está el Liverpool que empató; en tanto el Arsenal que perdía 3-0 e igualó en el 92, es quinto, y el enrachado United de unos entonados Ibrahimovic –12 goles en 12 partidos– y Herrera ganó y es sexto, a diez del Chelsea. En apenas 16 kilómetros pueden encontrarse en Londres al líder, al tercero y al cuarto. Próxima jornada, United-Liverpool. La cosa más importante de entre las menos importantes, y para según quien, más o menos que el dinero. Pero ya lo decía el bueno de Antonio Casano, «los demás juegan para ganar títulos, yo para ser feliz». Huān yíng.