Raimundo Fitero
DE REOJO

Epidemia

Parece que hay palabras ligeras que pesan demasiado. Epidemia es una de ellas. Pandemia y epidemia se manejan con soltura y una vez puestas en la plaza pública ya es imposible levantarlas. ¿Hay epidemia de gripe? ¿La gripe actual ataca de tal forma que requiere de visita a urgencias hospitalarias o es que estamos ocultando una realidad? ¿No será que no hay urgencias domiciliarias médicas habituales y la única manera de tener una respuesta inmediata por muchas molestias es acudir a las colas de las urgencias de los hospitales de referencia? Son los efectos de la epidemia de recortes de bajo perfil medio secretos que han sufrido durante años los servicios públicos de salud.

Lo cierto es que se ha adelantado la llegada de la gripe, que hay zonas muy afectadas, que el contagio se puede producir en cualquier momento, que crece y que los anuncios farmacéuticos televisivos están proliferando, mientras todos los facultativos sensatos nos aseguran que no hay que tomar antibióticos por lo que volvemos a lo de siempre, a la sabiduría popular que asegura que la gripe dura  con medicación una semana y sin medicación siete días. Y el frío está contribuyendo a su proliferación y cuesta creer que en este siglo una gripe pueda matar a alguien como se empeñan en señalarnos en casi todos los relatos. El frío, la ola de frío siberiano, las orillas del mediterráneo norte con temperaturas por debajo de cero y cientos de miles de seres humanos sufriendo desde su indigencia o su chabolismo institucional como refugiados. Imágenes dolorosas, que no existe cola de sala de urgencias que las repare o las alivie. Estamos ante una evidente epidemia de deshumanización, de gestión política de un problema humanitario tratado con frialdad administrativa y contable que recorre una Europa desubicada y con gripe.