GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

Negras perspectivas para una Palestina ya castigada


Puede que buena parte del mundo tiemble o espere ansioso ante los cambios geopolíticos que, aparentemente, pueden llegar de la mano de la impredecible presidencia estadounidense de Donald Trump, pero ya hay quien puede respirar tranquilo de inicio: Israel y el proyecto sionista excluyente abrazado por sus élites, especialmente su actual presidente, Benjamin Netanyahu. También hay quien ya hecha de menos la tibia e insuficiente política de Obama en el enquistado conflicto mediterráneo: los palestinos.

La autoridad israelí encargada de la construcción de viviendas en Jerusalén Este –la parte ilegalmente ocupada por Israel– no pudo ser ayer más elocuente al anunciar la construcción de 566 nuevas viviendas en tres barrios ocupados: «Las reglas del juego han cambiado con la llegada al poder de Trump. Ya no tenemos las manos atadas». No es más que el inicio de un plan que prevé construir 11.000 nuevas viviendas en territorio palestino y que, si la campaña activada por la extrema derecha israelí triunfa, incluirá la anexión de la colonia Maale Adumim, lo que significaría partir en dos Cisjordania y hacer más inviable si cabe la constitución de un Estado palestino. En el terreno de lo simbólico, no menos importante, medios israelíes apuntaban ayer que Washington podría anunciar hoy el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén.

Una declaración de intenciones en toda regla que augura cuatro años que podrían resultar letales para una población palestina ya de por si castigada por el bloqueo de cualquier iniciativa de diálogo real. Se ha especulado muchísimo sobre el giro geopolítico que Trump llevará consigo a la Casa Blanca, y no ha faltado quien ha querido ver signos positivos en ello. Es cierto que las carambolas geopolíticas son a menudo impredecibles y puede que alguna de ellas favorezca en algún momento alguna causa justa, pero que nadie se llame a engaño con Trump: no ha venido a hacer del mundo un lugar mejor.