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También hay lobos solitarios blancos


La Policía canadiense y los expertos en lo que se viene a llamar «extremismo violento» están sorprendidos por el bajo perfil del sospechoso, del que apenas destacan en su perfil de Facebook sus simpatías por Donald Trump y Marine Le Pen, y sus coqueteos con los ultras quebequeses Génération Nationale.

Hay quien compara al joven Alexandre Bissonette con Dylann Roof, el supremacista blanco que entró a tiros el 17 de junio de 2015 en la iglesia metodista de Charleston (Carolina del Norte), matando a nueve feligreses negros. Ninguno de ellos se suicidó o murió matando y, en el caso del joven de Quebec, la Policía asegura que el sospechoso llamó y se entregó.

Resulta difícil, por no decir imposible, entender qué fue lo que movió a este joven a pasar macabramente al acto. ¿Algún tipo de desequilibrio? ¿Una reacción nihilista? ¿La pasión por las armas tras su entrenamiento en los Cadets (centro de adiestramiento juvenil del Ejército canadiense)?

Quizás estemos un poco ante una mezcla de todo, como ha ocurrido por otro lado con tantos lobos solitarios yihadistas. Los expertos concluyen que en estos casos el potencial de atracción de los mensajes del ISIS o de otras organizaciones de corte yihadista actúa como catalizador. Ocurre que también hay lobos solitarios blancos. ¿Quién es su catalizador? Trump ha utilizado el ataque en Quebec para justificar sus medidas islamófobas. ¿No será, al revés, que su islamofobia anima a que ocurran masacres como estas?