«No seré cómplice de algo que siento y sé que está mal». Con estas palabras el diputado laborista Jim Dowd anunciaba en el Parlamento de Westminster que desobedecería a Jeremy Corbyn y votaría en contra del proyecto de ley para que el Gobierno active el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Como él, otros 46 diputados laboristas, una quinta parte de la representación del partido en la Cámara, votaron en contra del texto que sin embargo, superaba el primer trámite –lo esperado– con 498 votos a favor y 114 en contra. Rechazaron el proyecto los diputados del Partido Nacional Escocés, los Liberal Demócratas y Ken Clarke, el único parlamentario conservador que se atrevió a meter la papeleta en contra.

Los parlamentarios laboristas díscolos argumentaron su decisión en la «necesidad de respetar la opinión de los ciudadanos» de sus distritos electorales, que habían votado en contra de abandonar la UE y en el hecho que la ciudadanía no votó en el referéndum el Brexit planeado por Theresa May, con el abandono del mercado único. Tres de estos diputados ocupaban puestos relevantes en el gabinete en la sombra del Partido Laborista: Jo Stevens, secretaria para Gales; Rachael Maskell, secretaria de Medioambiente, y el secretario de Minorías Étnicas Dawn Butler. Los tres habían dimitido de sus cargos horas antes a raíz del requerimiento de Corbyn de no bloquear el inicio del proceso.

El voto de ayer llega horas antes de que el Gobierno publique, a petición del Partido Laborista para asegurar al máximo posible el control del proceso en el parlamento, una guía que reflejará el plan para el Brexit. Con ella en la mano, los parlamentarios debatirán y votarán de nuevo el proyecto antes de su paso a la Cámara de los Lores.