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DE REOJO

Los malos


Llevo una buena empanada mental debido a una sobreexposición a la realidad más cutre. Me parece que he perdido profundidad de campo y me muevo en la superficialidad que me hace banalizar hasta a Trump. Doy vueltas a la noria y no salen muchos más temas con fluidez. Una entrevista radiofónica abre en canal mi vía sensible sobre la condición humana, sobre la muerte, la vida, la guerra. Entrevistan  a un médico, que ha escrito un libro titulado “El último francotirador” donde narra su experiencia en los cuerpos de élite de los marines americanos y que ha servido de inspiración a la última película de Clint Eastwood. En la mirilla de su fusil no veía nunca personas, sino a malos. Todos eran terroristas sin distinción por ser de los otros. Desarrolló sus acciones en Irak. Y no apuntaba a la cara, sino a un detalle de su vestimenta para no despistarse, para que su cerebro no viera nunca a un ser humano, sino un objetivo, un malo. No tiene trauma, no tiene mala conciencia, se siente un buen profesional y lo hizo todo convencido, bien entrenado física y mentalmente, con una eficacia probada. Un asesino a sueldo de un Estado. Hoy se dedica a cuidar de la salud de otros militares. Es un médico de treinta y cinco años con hijos, proyectos de futuro. Y repite que se dedicó a quitar a los malos de en medio para que el mundo, su mundo, fuera mucho mejor.

Me turba escuchar a alguien hablando desde esa impostada autoridad moral y política de algo tan inmoral. Entiendo entonces la llegada de Trump. Nadie en EEUU le va a reprochar a las autoridades militares ni políticas estas  brutalidades que se despliegan con tácticas militares demenciales, ni las torturas que se usan de manera sistemática. Miro a las estrellas y me entran ganas de llorar. Hay que armarse ideológicamente para vencer a estos monstruos. Mis malos.