Raimundo Fitero
DE REOJO

Despegado

A poco que uno mira al otro lado de la habitación para comprobar si has cerrado la tercera pantalla, queda despegado de la posrealidad. Inmersos en la posverdad como fecunda alegoría de la ausencia de referentes filosóficos, morales o éticos de los consumidores, cualquier vaivén menor de los medios de comunicación nos dejan descolocados y fuera del alcance de una salvación instantánea. La posrealidad es una compañera de este viaje hacia el abismo que es la posverdad. Se trata de convertir la realidad más nimia en una ficción, en un anuncio de uno mismo o de la unidad desunida de un partido que se parte o de una curva que va en línea recta.

Los surrealistas que a mediados del siglo pasado intentaron describir un mundo en decadencia para buscar una solución más allá de la racionalidad serían hoy unos aficionados de baja intensidad probatoria comparados con los apóstoles de la posverdad y la posrealidad, que se nos aparecen en nuestras pantallas con un descaro que es difícil de compaginar con la buena educación o la simple educación en valores objetivos. A veces dan ganas de apagar todas las pantallas, quedarse con un periódico viejo, de hace veinte años, leer sus editoriales y sus columnistas y descorchar alguna botella de vino. La supuesta conversación telefónica entre Trump y Rajoy es una magnífica muestra de la posrealidad imperante. Los comentarios y comunicados de las dos partes cuando se despidieron es un acto de consagración de la posverdad como documento de la inexistencia de dioses después de la Grecia clásica. Como ahora todo queda grabado en los millones de archivos nebulosos alguna vez podremos reírnos de lo que no se dijeron. En medio del show resulta ser que Trump ha desregularizado la banca. Eso es un auténtico acto terrorista económico de efectos devastadores.