Víctor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Eres lo que trabajas

A las dos y cuarto de la madrugada, después de haber visto seis películas y haber mandado cuatro artículos en un solo día, un crítico de cine cualquiera (yo no) apartó por un momento su mirada de la pantalla (de la que fuera) y reflexionó brevemente sobre la vida. Sobre la suya, vaya. Tras muchas cavilaciones, una pregunta se instaló en su cerebro: «¿Por qué?». «Bien», respondió el estómago, «para empezar, porque algo hay que comer». Cierto. «Sí, qué demonios», añadió el propio cerebro «Además, con algo tengo que ocuparme, ¿no?». Y el tipo aquel (yo no) siguió a lo suyo, convencido, ahora sí, de que el invento del trabajo, más que dignificar al hombre, le da un propósito a su existencia. Es algo.

Este “algo” es precisamente lo que le arrebatan, en la primera escena, al protagonista de “Wilde Maus”, candidata austríaca al Oso de Oro. La ópera prima de Josef Hader (quien dirige, escribe y da vida al personaje principal) nos presenta a un crítico de música al que el jefe del periódico donde trabaja no le ve utilidad. Tras una tensa reunión, el hombre termina en la calle. Literal y figuradamente. Se terminó. No solo su vida profesional, sino directamente su vida.

Y en esta derrota ante el mundo; en esta deriva que implica verse fuera del mercado laboral se queda la película durante un primer tramo en el que cuesta mucho entrar. Básicamente por dar la sensación de no saber qué estar contando. Hasta que Hader da por fin con el ritmo endemoniado que pedía su historia, y a partir de ahí, nos somete con destellos cómicos simplemente gloriosos. Por su acidez; por lo transversal de sus apuntes, pero sobre todo, por provocar la risa a través de medios exclusivamente cinematográficos. No solo del guion y/o actores vive la comedia. También de la cámara. De su posición, de sus movimientos, del tiempo que aguanta la mirada. “Wilde Mause” compensa su irregularidad a base de –tronchantes– aciertos.

Quien por el contrario se muestra más sólido es Stanley Tucci... lástima que lo haga a cambio de la absoluta frialdad que transmite su nueva película como realizador. Entre el ocre mediocre y el gris en mayúsculas. “Final Portrait” cuenta la historia detrás del último retrato de Alberto Giacometti, excusa ideal para indagar en los excesos de un hombre atrapado por su trabajo. La promesa sobre el papel es por lo menos tentadora, pero se queda en esto, en un inofensivo y a ratos aburrido biopic destinado al consumo de sobremesa. Como director, el único acierto de Tucci es fiarlo todo a un Geoffrey Rush que obviamente no falla. Él es la película, y la película es poca cosa.

En las antípodas de esto se sitúa Agnieszka Holland. Lo hace demasiado bien. “Pokot” es una fábula en forma de thriller rural sobre gente definida también por su trabajo: cazadores. Lo que pasa es que estos son aquí la presa. Habemus ola de crímenes, y de paso, una película que a través de lo ridículamente inflado de la dirección, echa por tierra las buenas intenciones que persigue. Holland fustiga con una banda sonora omnipresente, recursos visuales que duelen a la vista y una lógica neurótica en la ejecución de las escenas. Mensaje animalista expuesto de forma animal. También somos lo que defendemos.