Raimundo Fitero
DE REOJO

Explosiones

Miro documentales en la tele y me siento como un patético consumidor de vidas ajenas. Desde los quesos de Madrid hasta la platería Mapuche pasando por los cultivadores de algodón africano. ¿Quién soy yo para meterme en sus vidas?  Si esas cámaras y esos buscadores de excentricidades están ahí es porque después tipos como yo los analizamos, nos compenetramos o los rechazamos desde nuestro cómodo sillón del salón de estar con la ligereza emocional que nos caracteriza. Pero somos cómplices de su destino, lo mismo que somos propulsores de ese turismo que va a acabar con la vida genuina en el planeta y que en estos documentales que ahora menciono tienen su mejor agencia de publicidad.

Por eso uno duda de casi todo. Los noticiarios donde aparecen políticos son sucursales bancarias a punto de cerrar porque van a poner un expendedor automático de mentiras y fraseología de tahúres a media jornada. Salen de sus congresos o asambleas y siguen con el mismo peinado, la misma coleta, el mismo terno o la laca más transparente. Al final esto va a ser la nueva Tangentópolis italiana. Cada día una imputación, como mínimo. Políticos y banqueros juntos en los penales. Hasta que explote el sistema.

Sobrecogen esas tétricas imágenes de una larguísima playa australiana donde aparecen decenas de ballenas muertas, alineadas, como un ejército caído. No nos dicen el motivo de esa masacre o suicidio colectivo. Lo único que nos advierten es que temen que exploten las ballenas debido a los gases que acumulan en su interior. Y les van a hacer agujeros para que evacuen. ¿Están hablando en serio? ¿Qué gases son esos? ¿No ha habido intervención negligente o dolosa del ser humano? Esto no suele salir en los documentales de naturaleza con subliminales mensajes turísticos que nos atontan.