GARA Euskal Herriko egunkaria
DE REOJO

El dolor


Llevo varios días encadenando programas, artículos, opiniones, debates sobre el dolor. Sí, exactamente, sobre la percepción del dolor físico. El dolor del alma se aparca para los poetas o para los lacanistas más circunspectos. En nuestro electrodoméstico esencial (nota: debo acabar con el uso de esta figura retórica que está ya muy gastada) tenemos ocasión de ver escenas de ficción, de reportajes, de deportes en donde se nos transmite el dolor de un accidente, de un tiro, de un bombardeo, de un terremoto o de una inundación. Por citar algo que nos sitúe. Hay unas secuencias muy repetidas: un jugador de fútbol al que le hacen una entrada fuerte y grita como un descosido, se revuelca por encima del césped y es atendido por un médico o asistente que con una botella, un spray o una friega y lo que parecía algo de un dolor irresistible, el anuncio de una rotura o algo similar se convierte en un susto, una mueca, una simulación o un simple instante de dolor pasajero.

Justamente cuando vemos esas imágenes demoledoras de alguno con una rotura evidente de huesos, sus movimientos son más reconcretados, más hacia dentro, más dolorosamente dolorosos, más sentidos, más de verdad, con otra gesticulación más normal. Pues bien, en La 2, en “Millennium”, un programa que emiten casi de madrugada, que presenta Ramón Colom, que fue director de informativos con el felipismo, se habló de ello con calma, con conocimiento, desde la sicología o la neurología y se nos aclaró que el dolor existe, pero existe en nuestro cerebro, que por eso hay personas que dicen que les duele, o les pica, un brazo amputado. Una complejidad de nuestra existencia. De nuestra manera de ser y estar con tantas conexiones en nuestro interior que acaban en nuestra unidad central que está en el cerebro. O por ahí.