Mertxe Aizpurua
Periodista
IKUSMIRA

Juntas, por justicia

Siempre me ha conmocionado el llanto de los pequeños al quedarse en la guardería. Desde nuestra posición de adultos nos puede parecer sobredimensionado en ocasiones, pero sé que el de la separación es uno de los miedos más profundos de esa etapa temprana de la vida.

Acabo de escuchar en la radio al consejero de Osakidetza reclamando sensibilidad social, empatía y algo más que no recuerdo para los niños y niñas con enfermedades raras. Sí, tan cierto como necesario, he pensado y, en un instante, la mente me ha traído el reflejo en un cristal de una preciosa mata de pelo rizado, de Izar, hija de Sara Majarenas, que mañana cumple tres años de edad. Izar no sufre una de esas enfermedades raras pero su dolencia, extraña y fría, es tan difícil de combatir como la de un sistema atroz e inhumano; su condena es la vida que le está tocando vivir, de una ferocidad que no comprende porque, sencillamente, es imposible de comprender. Imagino a Sara en la cárcel de Picassent, en estas 24 horas que faltan para ese momento que nunca querrá que llegue, tambaleándose bajo el peso de sus muchas angustias.

A la intuición de que su peor temor sea que su hija no comprenda la separación obligada, añado mi certeza de que el resto tenemos una responsabilidad y una obligación ineludible para conseguir que ambas estén juntas y en libertad. Por sensibilidad social y empatía, claro que sí, también por humanidad pero, sobre todo, por justicia.

Porque a ambas, madre e hija, les corresponde por derecho un futuro sin amargos cumpleaños y un amor sin condiciones que cumplir.