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MACRON OFRECE RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA FRENTE A LOS CANDIDATOS BAJO SOSPECHA

Emmanuel Macron tiene, por fin, un programa. Su «contrato con la nación» incluye casi un centenar de medidas y hace guiños a distintos ámbitos ideológicos, en un intento de impulsar al movimiento En Marche! que, según el candidato, tiene ya 250.000 adhesiones.


Durante las últimas semanas, el candidato socioliberal había visto debilitada su posición por las acusaciones sobre la falta de propuestas. La presentación de su «contrato con la nación» debería permitirle superar ese hándicap y dar solidez a su iniciativa electoral.

Sus primeras referencias conectaban lógicamente con los últimos acontecimientos. Así, de partida, Macron contrapuso su propuesta de moralización de la vida pública con la actitud de los candidatos bajo sospecha «que desafían el Estado de Derecho».

Exponía luego sus propuestas que, ciertamente, preceden a los pasos de la Justicia en los casos de «empleos ficticios» que acosan a la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, y sobre todo al candidato de la derecha, François Fillon, pero que cobran nueva dimensión tras esos escándalos.

El candidato de En Marche! puso sobre la mesa medidas concretas como la de impedir a los cargos públicos desarrollar labores de consultoría privada o contratar a familiares, que remiten directamente a los pecados de sus dos principales oponentes políticos. Sin embargo, las aderezaba con otras, como la supresión del régimen especial de pensiones del que se benefician los parlamentarios o la fiscalización integral de sus honorarios, dietas incluidas, de mayor calado.

Tras constatar la gravedad del momento político, Macron abogaba por «erradicar los conflictos de intereses» de la vida pública, como condición previa a una «renovación profunda» del sistema democrático, con compromisos expresos sobre la no acumulación de mandatos, pero también para acabar con la subrepresentación de las mujeres en los distintos ámbitos institucionales.

Cambio radical frente a reformismo

En el capítulo socioeconómico, Macron trataba de ahuyentar dudas bajando a lo concreto, en materia de plazos y financiación. El objetivo, dar credibilidad a su plan de modernización, con la vista puesta en los mercados, y generar confianza, principalmente en las clases medias, fijando la edad (62) y el montante de jubilación durante el quinquenio, pero apuntando al final de los regímenes especiales y a la implantación de un sistema universal dependiente del presupuesto público.

La extensión de la cobertura del desempleo a autónomos, profesionales y trabajadores que decidan cambiar de puesto de trabajo sigue siendo la medida faro de ese programa en el que también aparecen propuestas de neta regresión liberal, con el abandono de facto de las 35 horas –que condiciona a acuerdos de empresa– y la desfiscalización de las horas suplementarias.

Macron se aleja definitivamente de la iniciativa de renta universal de Benoit Hamon, al recalcar que «la emancipación personal se construye desde el trabajo». Para reclamar después «más libertad, pero no menos protección», en una nueva pirueta dialéctica que busca reforzar su imagen de político moderno y audaz, que no se conforma con reformar porque quiere «transformar radicalmente el país e insertarlo en el siglo XXI».

El aspirante, que acepta el rigorismo presupuestario que impone Bruselas, y no cuestiona el modelo librecambista, no duda en buscar elementos de compensación, cuando se abraza a una cierta tregua fiscal y anuncia la supresión de uno de los dos impuestos sobre la vivienda –taxe d’habitation – para el 80% de las familias. Sus anuncios de inversión estatal –50 millardos– desafían la política de recortes, pero la austeridad sigue bien presente, con su plan de suprimir 120.000 empleos públicos.

En los ámbitos en que el candidato se muestra netamente conservador –ergo presidenciable– son las materias sensibles, como la seguridad –propone 10.000 nuevos puestos de policías y 15.000 nuevas plazas de prisión–, y los valores republicanos, con defensa alambicada de la laicidad.

Redes hacia espacios diversos

La exaltación a ultranza del modelo europeo –aunque sus propuestas en ese ámbito se circunscriban casi en exclusividad a la seguridad– aleja a Macron del proyecto del Frente Nacional, pero también del candidato de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. Y es del gusto de los centristas de François Bayrou, con quien Macron cerraba recientemente un acuerdo, pero también de los de Manuel Valls, netamente descontentos con el viaje a la izquierda de Hamon.

Las medidas sociales –primas al empleo de habitantes de barrios populares, impulso a la educación primaria– le conectan con la propuesta socialdemócrata –precio desmentido de « continuidad con el hollandismo»– y las recetas de marcado carácter liberal le reconcilian con esos electores centristas y conservadores que, a la vista de la debacle Fillon –incapaz de frenar la estampida de apoyos en su equipo de campaña– puede que hayan empezado ya a considerar una opción de voto útil, con el objeto de garantizar que, al menos una parte de su ideario, salga vivo del paso por las urnas.

Desde ayer nadie puede reprochar al exbanquero Macron que carezca de programa. Y con sus muchos quiebros dialécticos y sus formas exquisitas a algunos les recuerda ya a aquel Valéry Giscard d’Estaing que, contra pronóstico, logro llevar el ideario centrista al Palacio del Elíseo.