Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Distopía y democracia

Aquellos de ustedes que hayan leído novelas como “1984”, de George Orwell, o “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, estarán suficientemente familiarizados con el concepto de la «distopía». También, aunque a otro nivel, quienes más recientemente hayan visto en el cine la trilogía de “Los juegos del hambre”, de Suzanne Collins. En ellas se describen sociedades imaginarias, ubicadas temporalmente en el futuro, con férreas estructuras sociales y políticas que persiguen la perfección a partir de la alienación individual y colectiva.

Este género literario tiene su sostén filosófico en la crítica de la utopía, un término que en su misma concepción etimológica se crea y a la vez se destruye a sí mismo: «eutopía» –el lugar ideal– y «outopía» –el no lugar–. Es decir, el lugar ideal que ni existe ni puede existir.

No invento nada si digo que los límites entre distopía y sociedad actual se han difuminado hasta hacerse imperceptibles. Lo que en la aportación distópica de Huxley, Orwell o Bradbury se configuraban como construcciones ficticias con vocación de pronóstico, son hoy, solo unas décadas más tarde, diagnósticos muy afinados. El poder omnímodo de las grandes corporaciones, el papel de la tecnología en el control de nuestra existencia, el abandono del pensamiento individual en favor de una colectividad cada vez más desideologizada e irreflexiva...

Pues todo eso y más se resume en la figura de Donald Trump. O, mejor dicho, en las circunstancias que han permitido/propiciado que el magnate republicano esté al frente de la primera potencia mundial en términos militares, tecnológicos y económicos. Por ese orden. Su retórica totalitaria se pone por delante de la narrativa del «Nosotros» de Yevgueni Zamiatin y su Estado Único, gobernado con autoridad universal por el Bienhechor y separado del mundo salvaje por el Muro Verde. ¿Les suena?

Lo peor es que, como el Uroboros griego, fenómenos como Trump, el Brexit o los populismos reaccionarios alientan en ciertas esferas de la intelectualidad la idea de que la democracia, como sistema de organización más cercano a la utopía, ya no sirve. Y me tiemblan las piernas.