Desde un no lugar, allá donde la memoria se agita por las olas de la injusticia, tres personajes buscan su identidad a través de las sombras, reconstruyen su biografía, necesitan encontrar sus mochilas reales y simbólicas donde están los pocos documentos con los que pueden identificarse en una huida hacia el oprobio histórico, no solamente individual, si no colectivo. Ese desconocimiento de lo sucedido con tantos seres que se sospecha están en cunetas, playas o bajo construcciones. Momentos de graves rasgaduras emotivas, presentados con una fragmentación narrativa que en ocasiones se superpone. Hallamos excesivos sobresaltos, lo que nos hace perdernos por esos bosques narrativos tan plagados de sombras que miran y escuchan inquietantemente.

La puesta en escena opta por la oscuridad, lo sobreentendido, lo agrio, con una iluminación muy de señalamiento espacial y con un acompañamiento de una banda musical que nos conduce de una manera exhaustiva, nos define demasiado, en ocasiones nos adelanta las emociones. El equipo actoral se mueve en los mismos parámetros estéticos, al servicio de la idea general.