GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

Cuelgamuros


En 1945 la derrota del nazi-fascismo y el militarismo nipón es un hecho. Todas las miradas apuntan hacia España, único país europeo donde un régimen fascista ostenta el poder. Se cree que una intervención inmediata de las potencias aliadas acabará con ese oprobio. Franco también lo teme.

El 4 de abril de 1946 esas esperanzas quedarán frustradas. Ese día, EEUU, Gran Bretaña y Francia (el discurso de Churchill en Fulton, que inauguró la «guerra fría», se pronunció un mes antes) suscriben un documento por el cual se condena de facto la dictadura franquista y se apoya una salida política de corte demoliberal; sin embargo, se descarta que dicha salida se realice dentro del marco republicano. Así pues, las tres potencias desautorizan al Gobierno en el exilio. Franco respira, como también lo hizo en los comienzos de la guerra civil con el nefasto Comité de No-Intervención en la contienda de las «democracias» occidentales.

Se descartaba, primero, una intervención armada internacional contra el tirano, y, segundo, se condenaba la guerrilla interior –el maquis– que suponía un intento violento –todavía no se decía «terrorista»– de acabar con el dictador: un régimen fascista –debieron cavilar– en Europa era menos malo que una república marcadamente popular que, acaso, pudiese precipitar un proceso revolucionario en el viejo continente.

Hace escasas fechas, el Tribunal Supremo español ha desestimado el recurso presentado por el exjuez (y otros juristas) B. Garzón –de infausta memoria por estos pagos y alfoces– en la que pedía trasladar los cuerpos del Generalísimo y J. A. Primo de Rivera, «el Ausente» del Valle de los Caídos a otro lugar.

Franco, que ya no respira –creeremos al forense–, descansa calmo en el Hades: atado y bien atado. El embausamiento piadoso dice que tal contrafuero es inimaginable en Alemania e Italia con Hitler y Mussolini. Es cierto, salvo una notoria diferencia: allí se derrotó al fascismo y aquí no. Aquí la gusanera se alimenta devorando el cadáver de Franco, incluidos los que van con cara-conejo.