La codicia inmobiliaria se impone en Deustuibarra
Una operación de identificación de quienes malviven en pabellones ruinosos y cambiar el modelo de vallas que se instalaron en el único acceso a Deustuibarra son las últimas ocurrencias de quienes piensan más en jugar con proyectos y maquetas para la futura isla de Zorrotzaurre que en las personas que habitan junto a las aguas del Ibaizabal. Las personas, por mucho que se niegue desde las instituciones, siguen en un segundo plano y hay pruebas.
En escasos ocho años se cumplirá un siglo de la anexión de Deustu a Bilbo. En este tiempo, el que fue sin duda uno de sus barrios más populosos y con un carácter especial de aquel municipio que dio nombre a una universidad se ha ido degradando por políticas que poco han pensado en los vecinos y también por la dejadez calculada.
Sucedió a mitad del siglo XX cuando se inició la construcción del Canal, que se quedó en dársena, y se repite ahora con la culminación de ese proyecto y la idea de convertir la que fue península artificial en el Manhattan bilbaino. En aquel primer intento de desgajar físicamente a la que fue anteiglesia, las víctimas fueron quienes habitaban en el barrio de Euskalduna y luego lo han sido quienes se quedaron o llegaron atraídos a un barrio con siglos de historia.
Hoy en día no son pocos los que aún entonan la popular canción «Qué bonito ser de Deusto y vivir en la Ribera para ver pasar los barcos y también las galleteras», aunque lo cierto es que se debe más al orgullo resistente por un brillante pasado viendo que, por desgracia, las reglas de la codicia inmobiliaria se imponen.