Liberarse del bucle para frenar a la ultraderecha

Si no fuera preocupante podría resultar hasta divertido observar lo rápidamente que han pasado políticos y analistas del alivio a la euforia por la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas. Lo que hace unos pocos días no era más que un voto para cerrar las puertas del Eliseo a la representante de la ultraderecha francesa, de repente se ha convertido en un voto de esperanza, de apoyo a la Unión Europea y de opción regeneracionista y reformista. Pasada la reválida electoral, el liberalismo retoma la ofensiva señalando además los retos a los que ha de hacer frente el nuevo presidente: reforma laboral, reducción del peso del Estado y flexibilización de la economía. No quieren aceptar que esas son, precisamente, las políticas que provocan pobreza, generan rechazo, dividen a la sociedad y también terminan dando alas a la extrema derecha. A pesar de todo, Merkel volvió a dejar claro ayer mismo que no ve motivos para modificar el pacto de estabilidad, es decir, el fundamento de ese programa reaccionario.

Con el ardor que da la victoria, la derecha liberal ha vuelto a responsabilizar a la izquierda de los resultados obtenidos por Le Pen. Pero los casi 11 millones de votos de la candidata del FN no se los ha dado precisamente la izquierda, sino la derecha que se dedica a copiar y ejecutar los aspectos más retrógrados de su programa, con el pretexto de frenar su avance, para luego pedir el voto a la izquierda, que de esta manera queda enredada en un bucle sin salida.

Alimentan a la bestia y luego culpan a la izquierda de su avance. Sin embargo, solamente un proyecto de izquierda está en condiciones de hacer frente a la demagogia de la extrema derecha. El primer paso para ello estriba en liberarse de ese bucle diabólico orquestado entre la derecha de centro y extrema. La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon parece dar ya un paso en esa dirección. Urge ahora actualizar el proyecto político de izquierda y adecuarlo a los retos actuales.