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Entrevista
IñIGITO «TXAPELPUNK»
VOZ, COMPOSICIÓN, INSTRUMENTACIÓN...

«Me di cuenta de que el termostato de mi estado anímico era el rock and roll»

«El 95% de las chicas de mi clase querían ser maestras y el 5% restante peluqueras. El 98% de los chicos querían ser futbolistas y el otro 2% cantantes, yo era de los del 2%. Creo que siempre he sido cantante, empecé a hablar y a cantar a la vez». Este apasionado músico es Iñigo Arrasate Lauzirika, músico-banda de Txapelpunk y guardián del legado punk-rock. «Betty rockanroll» es su fiel nuevo disco.


A veces los discos necesitan secretos, silencios que se van desvelando con las audiciones. No es el caso, aquí las canciones no tienen trampas ni adornos valorables ni abstractos. Lo que se escucha y baila es lo que es: tan directo como una bala. Son los sencillos principios de Txapelpunk, que no por ser inmediatos, un lengüetazo de camaleón, carecen de valores. De hecho, lo que consigue con tanta humildad musical Iñigo Arrasate Lauzirika es un privilegio, es un don que pocos músicos poseen. “Betti rockanroll” (Baga Biga) es su nuevo disco, tocado en gran parte por él, y representa majestuosamente la esencia del punk del 77. No hay evolución, aunque en la misma negación se encuentran todos los valores de Txapelpunk, que ser coherente y lograr once himnos no es tarea al alcance de cualquiera. ¡Qué tipo! !Que músico tan “berezi” y fiel!

Se oye en el aire un “lorololoro, loroloro, lorololololo...” El punk-rock ya tiene otro estribillo imborrable, otro canto de unidad. La voz es cercana, casi familiar. Dejamos que pase el tiempo, la batería machacona, la guitarra compactando el tiempo y el bajo tapando cualquier ausencia. Vuelta al estribillo. «A Olentzero le he mandado un e-mail preguntando cuándo vendrán los de aquí a casa, los de Euskal Herria a Euskal Herria. Canción muy melódica en los estribillos. Como se suele decir en estos casos, menos es más», explica Txapel, quien termina la descripción con «Temazo». Y no se lo vamos a discutir.

“Inondik inora goaz, inongo inongotarrak/ Euskal Herrian jaio eta euskaldun/ bihurtzen gara/ bihotzean eramaten zaitut/ zu euskera, nik euskaraz/ Biok batera, We are gara / We are forever, we are forever”. Otro pelotazo de canción y con el bilingüismo habitual de Txapel, sea inglés o castellano. Comenta: «¡Adivina, adivinanza! Vives dentro de mi. Betty y tú sois vecinos. ¿Quién eres? Nor zara? Ahí va otra pista: zu euskera, nik euskaraz. Biok batera. Respuesta: We are gara. Muchos estilos en una canción. Tema con personalidad múltiple. We are forever. Empuja que no veas», y vuelve a tener razón el “beti gazte”.

Una de las mejores canciones del álbum es “Conquistaré el fin del mundo”, una impecable propuesta del mejor punk-rock. Un diez sobre diez. Comenta: «Sin distor en las estrofas y con distor al diez en los estribillos, voces que susurran en las estrofas y voces que desgarran en los estribillos. Contrastes, melódica, cañera y pegadiza. Nos pasamos la vida conquistando pequeños y grandes objetivos para, se supone, ser felices. Si eres capaz de aprender de tus fallos, acabarás conociéndote y serás... ‘El conquistador de ti mismo’». Brillante, inolvidable hasta para un amante del blues, de la sicodelia o del reguetón.

“Ratas de esta sociedad” cambia el punk-rock por el jarkore melódico. Va sin freno y la pendiente da miedo. «Hard-core, punk, velocidad y fuerza. Me encanta. ¿Quién da más? Ahora mismo yo no, desde luego. Veremos para el siguiente. Corbatas enfermas de avaricia y envidias, corbatas enfermas competidoras del poder acabarán con todo, y nada es lo que quedará. Solo sobrevivirán... las ratas».

“All right”. «Tema pegadizo, melodías por todas partes. Desde el tu-cu-ta, tu-cu-ta de la estrofa hasta el tu-ta-tu-ta, tu-ta de los estribillos. El cuero de nuestras chupas no es tan duro como algunos creen. Cierta gente piensa cosas de ti. Cosas que en la realidad no son. Todos cagamos, reímos y lloramos. En los buenos y malos momentos... Bi beti, bat baino hobeto! All rigth Oihane!».

«Pensaba que tenía razón cuando me decía a mí mismo que no podía hacer dos cosas a la vez. Me equivocaba... Aquí estoy, cagando y escribiendo estas líneas. Entra y sale de mis adentros, pero nunca se aleja. Siempre está cerca. Somos adictos uno del otro. Cuando escucho esta canción [‘Rockadicto’] mis botas adquieren un brillo especial y se me ponen los pelos de punta. Rockadicto. ¡Soy adicto al punk! Guitarras, melodía de voz y bajo que me flipan. Punk, punk, punk. Para mi, la mejor canción del mundo, me hizo llorar». Aunque conviene matizar que llora con facilidad.

Txapel se desnuda ante otra canción perfecta, “Heriotzarekin dantzan”. «Composición fruto de un estado de ánimo bajo pero no por eso menos buena canción. Estribillos muy melódicos pasando del medio tiempo. Dicen que afinar, probar sonido antes de un concierto y ensayar es de cobardes... Nunca dijimos que fuésemos valientes. Tengo muchos miedos. Todos los días bailo con la vida... Algún día me tocará hacerlo con la muerte. Es por eso por lo que en la academia de baile, ella y yo vamos ensayando algunos pasos para estar preparados para el día de la danza final.

Mi vida punk

Con quince años Iñigito se compra su primer instrumento, un bajo de segunda mano que le cuesta 20.000 pesetas. «Reuní el dinero a base de ir a por percebes, pescar y vender todo lo que podía... Ensayaba tanto que me sangraban los dedos, me ponía cinta aislante (era más punk que usar tiritas, jajaja) para amortiguar el dolor y poder seguir tocando».

Segundo punto de inflexión,el ampli. «Entre colegas de Lekeitio hicimos tres películas (“Ustebako historioa”, “Sorgin etxea” e “Indar komandoa”) con Benito Ansola (uno de los fundadores del Euskal Zinema Bilera y párroco de Lekeitio en los 80). Ansola era el director y nosotros guionistas y actores. Había que rodar la última escena de nuestra tercera película en Súper 8. Yo era uno de los actores, junto con 10 colegas más. Mi papel era el de soldado raso, teníamos que tomar la Talaia, situada en el monte Otoio (Ispaster), transformada para el evento en fortaleza enemiga. El día D no lo recuerdo, la hora H, las 15:00. A esa misma hora se requería mi presencia en otras estancias; la Kabana de Lekeitio. La Kabana era una fábrica en la que se trabajaba la anchoa en fresco. Decidí ir a currar y dejé a mi compañía con un efectivo de menos. Perdieron la batalla. Ese fue un momento de inflexión, fue entonces cuando compré mi primer ampli y se lió toda esta manta. Al poco tiempo me pasé a la guitarra».

«Quería –prosigue– crear canciones, ensayar, tocar conciertos, ser parte del punk-rock. Al principio me fijaba en los grupos que sonaban, pero luego me di cuenta que si iba a crear tenía que fijarme en lo que pasaba a mi alrededor, de lo que se hablaba, de lo que te tocaba de cerca, de hacia dónde iba la sociedad, de la fiesta y tenerme a mí mismo como referente. He pasado por alguna época en la que anímicamente no he estado muy bien, supongo que viene incluido en el pack de ser persona y creador. Me di cuenta de que el termostato de mi estado anímico era el r’n’r y de que tenía que subir mis dosis de punk, que es lo que me llevó a mi rockadicción. Cada vez que agarro mi guitarra o escribo una letra me encuentro de la hostia».

 Y es precisamente escribiendo –letra y/o música– cuando Iñigito es feliz: «Sí, hacer letras es para mí la parte más bonita. Vas viendo cómo va quedando. La montas, la desmontas, haces otra versión de la misma y hasta que das con la que más mola. Siempre estoy con el bolígrafo cargado y la guitarra afinada. Tengo muchos miedos, pero la música es el antídoto. Me gusta dejar volar mi cabeza. Escribir y componer es una medicación para superar estados de ánimo bajos. Soy una persona sensible, lloro con mucha facilidad. Hace un par de semanas viendo la película de ‘King Kong’ se me saltó alguna lagrimilla, Oihane [su compañera] me miraba y se reía. ‘¿Qué? ¿Ya estamos otra vez?. Sí, estoy..., le contesté».

Txapel es un punkrocker, pero tímido y dice, además, que miedoso. Se asunta aún al subir a un escenario. Siente pánico en el avión. «Hace dos años me casé y al día siguiente a Hawaii. Veintitrés horas de aviones, cuatro orfidales y medio jajaja... No solo eso, estuve los tres meses anteriores sin tomar café, ni siquiera refrescos de cola. Prefiero volar con mi cabeza, que me lleva a donde quiero, aunque a veces a donde no quiero, y lo paso mal. Supongo que estos sentimientos y reacciones son partes del ser humano. Humanidad, ¡qué palabra! Se asocia a lo bueno de las personas, pero también existe la inhumanidad.. Muchas veces somos egoístas e insolidarios. Situación: Aparece el genio de la lámpara y te dice: ‘Tienes que responder a estas preguntas, y lo que respondas se va a cumplir. ¿A quién quieres que le pase todo lo malo? ¿A ti o a ese de ahí? ¿A quién quieres que le pase todo lo bueno? ¿A ti o a ese de ahí? Reflexión: Creo que ‘ese de ahí’ lo pasaría francamente mal, y tú estarías’"mejor que bien’.

Nuestro Txapel lleva treinta años sin dejar de ir al local, sin dejar de crear y actuando, pero relativiza su experiencia: «No soy bueno ni en la vida, ni tocando la guitarra, ni cantando, pero creo que no es una condición necesaria. Soy casi bueno, hago canciones buenas, por lo menos para mí, jajaja..., y para el resto del grupo, y esto es lo más importante. Es por eso, por lo que mi grupo preferido es y siempre será Txapelpunk. Pero si te acomodas en el buenismo y sobre todo crees que eres el mejor, estás jodido, porque ahí te quedas, estancado».

Cabe también destacar el soberbio diseño y fotografías de Álvaro “Caché Fotografía”.