Demonización cultural
La historia se repite, demasiadas veces, en demasiados lugares, repito, demasiadas veces. El fenómeno de la demonización es un asunto viejo y rancio. Según la RAE «demonizar es atribuir a alguien o algo cualidades o intenciones en extremo perversas o diabólicas». «La demonización o satanización es la técnica retórica e ideológica de desinformación o alteración de hechos y descripciones (próxima a la inversa sacralización, o al victimismo) que consiste en presentar a entidades políticas, étnicas, culturales o religiosas como fundamentalmente malas y nocivas». Cada cierto tiempo y de forma sistemática, desde las cavernas de las ideologías más fundamentalistas, los y las actrices vascas, algún que otro creador, se ve envuelto en campañas de intoxicación mediática que avanzan sin control ni piedad a través de las redes sociales. El anonimato ofrece una cobertura idónea para realizar labores de búsqueda y destrucción. Nada lejos quedan los tiempos de “Malleus Maleficarum” (Martillo de brujas) de la inquisición. La persecución y la caza de brujas, puede ser étnica, cultural, tiene que ver con el género y también con el nivel adquisitivo (o la situación de desamparo) en la que se encuentren los objetivos a los que tratar de destruir fuera de toda lógica. España práctica un macartismo gaseoso y repite los esquemas de antaño pero, en este caso, con muchísima menos eficacia y carente de la mínima “elegancia”. A veces lo hace con descaro, otras solapadamente y sin hacerse notar.