LA tecnología no está a veces tan extendida como se piensa, o es el sentido común el que escasea. Así, este miércoles pasado un alpinista surcoreano murió al caer a una grieta en la vía normal del Mont Blanc, asfixiado por la cuerda que le unía al compañero. No llevaba arnés de montaña (aunque es probable que llevara un teléfono último modelo) y probad lectores a ver cuánto aguantáis colgados en la vertical de una cuerda atada a la cintura, todo ello en estos tiempos aparentemente tan sofisticados. Pero, la tecnología a veces da disgustos: Los casquetes polares de la Tierra son una fuente de información relevante de la historia climática y ambiental del planeta. Hielo extraído de sus profundidades puede tener decenas de miles de años de antigüedad, dando información sobre el contenido en gases de la atmósfera de entonces, partículas de polvo, esporas, insectos, etc. una verdadera biblioteca del pasado. En abril, en la universidad canadiense de Albert, se ha hecho agua una de las más vastas colecciones de cilindros de hielo extraídos y en espera de estudio, un 13% del total. Una gran avería en uno de los congeladores del novísimo complejo de 4 millones de dólares convierten 22.000 años de historia extraídos de la isla de Ba-ffin y del caparazón de hielo del Monte Logan en “pediluvio” (Le Parisien dixit) al subir la temperatura a 40ºC. Eso es lo que somos en su mayor parte, agua. No somos casi nada y en la cama un bulto.