23 MAY. 2017 Con los ojos abiertos Josu MONTERO Escritor y crítico literario El ser a quien llamo ‘yo’ llegó al mundo un lunes 8 de junio de 1903 en Bruselas». Así arranca “Recordatorios”, el primer libro de la trilogía autobiográfica “El laberinto del mundo”, de Marguerite Yourcenar. Al final de “Archivos del norte”, el segundo, escribe: “Como la mayoría de los recién nacidos humanos, parece una criatura muy vieja y que va a rejuvenecer. Y, en efecto, es muy vieja: sea por la sangre y los genes ancestrales, sea por el elemento no analizado, que, con una antigua y hermosa metáfora, llamamos alma, ha atravesado los siglos”. A continuación la escritora desgrana con su elegancia habitual una diatriba lúcida y desoladora contra nuestro presente, ¡escrita en 1977! Y sin embargo fue acusada Yourcenar de rehuir el terrible presente histórico que vivió. Ella desconfió siempre de la actualidad: «La vida está mucho más en el pasado que en el presente. La historia es una escuela de libertad». Para sus novelas se documentaba con precisión arqueológica, pero lo que le interesaba era la conciencia de los personajes. De nada sirve, decía, la exactitud documental si no es para vivir en simbiosis con el personaje hasta borrar la propia personalidad y hacer surgir lo que encierra de intemporal; “magia simpática” llamaba a esta peculiar técnica de posesión literaria. Hace 30 años, en 1987, murió Yourcenar. Volvemos al final de “Archivos del norte”, cuando acaba de nacer: «Pero es harto temprano para hablar de ella, suponiendo que pueda hablarse sin complacencia y sin error, de alguien que nos toca inexplicablemente tan de cerca. Dejémosla dormir en las rodillas de Madame Azélie, en la terraza sombreada por los tilos; dejemos que sus ojos nuevos sigan el vuelo de un pájaro o el rayo de sol que se mueve entre dos hojas. Lo demás tal vez sea menos importante de lo que creemos».