31 MAY. 2017 PRIMER CONCIERTO EN LA EUROPA CONTINENTAL Guns n' Roses cautiva San Mamés con sus esperados e impecables clásicos Cerca de 35.000 asistentes se reunieron ayer en el estadio San Mamés de Bilbo para reencontrarse GNR, una de las escasas bandas rockeras con capacidad para conseguir cifras de asistencia tan elevadas. Última actualización: 31 MAY. 2017 - 09:55h Izkander FERNANDEZ Demasiado pronto, 19.30, para comenzar un concierto, que, además, tuvo que ajustarse a las fuertes medidas de seguridad, con el correspondiente retraso de entrada a San Mamés. La organización ya avisó días antes sobre la conveniencia de acudir con prontitud, pero no pudo ser para parte de los aficionados, así que la actuación del guitarrista Tyler Bryant pasó para muchos como una anécdota o incluso como una opción imposible de acometer por horario o por tener el ánimo y la pasión guardada para las 21.30, la hora de Guns N’ Roses. Más razonable fue el turno del estimado Mark Lanegan, un músico veterano con un historial impecable: Screaming Trees (aventura necesaria para entender el grunge de mediados de los ochenta y noventa), el supergupo Mad Season, Queens of the Stone Age, entre otros; además de carrera en solitario. Con voz grave y densa, y sonido sombrío, Lanegan interpretó parte de un repertorio clásico y canciones de su reciente disco “Gargoyle”. Con un escenario demasiado grande para su propuesta intimista, poco encaja con el hard rock festivo y exploratorio de GNR, pero, con todo, Lanegan estuvo muy sobrio. Con buena entrada, pero sin llegar a los 40.000 aficionados previstos, GNR está en escena. Abre con “It’s so easy” a la que le sigue “Mr. Brownstone”. Duff Mackagan viste de negro, es la reencarnación del r’n’r. Vendió su alma al diablo para estar tremendo a sus cincuenta. Se muestra elegante y sobrio con el bajo. Es el cerebro de toda esta operación financiera que supone el regreso de GNR. A la derecha del escenario se sitúa Slash, de azul eléctrico y su acostumbrado sombrero de copa. Su guitarra no tiene secretos para sus seguidores, que siguen sus riffs a la par. Axl se mueve por todos lados. Camiseta motera y vaqueros rotos. Demuestra que su apuesta por unos GNR etéreos no era banal. Arriesgó y perdió en su momento, pero “Chinese democracy” sigue sonando a gloria a una década de su publicación. Llega “Welcome to the jungle”, uno de sus grandes hits. Una maldita declaración de lo que el rock significó para los nacidos entre el 75 y el 80. Una generación que ha visto negada su identidad en innumerables ocasiones, ahogada en el consumismo capitalista y sin opciones de levantar cabeza. GNR no son ningún mesías liberador, pero sí son parte de una época en sí misma. Suena “Double talkin’ jive”. Slash recupera su experiencia con rasgueos aflamencados aprendidos hace muchos años y con orgullo de guitarrista. Con lo poco profesional que fue esta banda, ahora asusta. En 1991, como BSO de “Terminator 2”, rompió las listas “You could be mine”. Suena espléndida a una hora del inicio y a otra larga del final. Como amigos de las versiones, suena “Acttitude”, de Misfits. Todos parecen contentos, banda y público. Es tiempo de una balada del álbum “Chinese democracy”, “This I love”. “Civil war” es la jodida canción que nos hizo sentir especiales a muchos; sin saberlo vivíamos inmersos en algo similar a una guerra. El show es perfecto, un espactáculo puro. Suena “Sweet child o’ mine”, parte de la esencia del todo y todos. Llegarán más versiones únicas, éxitos hasta el cambio de día. San Mamés se bautizó ayer como sala de conciertos con Guns N’ Roses, una de las escasas bandas que renovaron el hard-rock con valentía.