UNICAJA 73

REAL MADRID 76

El Real Madrid cumplió los pronósticos y se deshizo de Unicaja por 3-0. Tuvieron que sudar lo suyo los de Pablo Laso para imponerse en el Martín Carpena, más incluso de lo que parece, ya que los merengues ganaron todos los cuartos excepto el primero. No obstante, a poco de terminar el tercer período, perdían por 52-43, y solo un parcial de 0-8 los volvió a meter en el choque, para después rematar a su rival en el último asalto.

No fue el partido más brillante de ninguno de los contendientes, pero entre los madridistas emergieron jugadores como Llull, Randolph, Doncic, Ayón, e incluso detalles de Rudy Fernández, cuando más calentaba el sol. En el bando andaluz, Eyenga y Nedovic sostuvieron los sueños de Unicaja cuanto fue posible, pero no les alcanzó. En parte, porque la ausencia por lesión de Omic limitó seriamente las prestaciones interiores malagueñas, en parte porque el ataque estático de los dirigidos por Joan Plaza pecó de ansias y ofuscación, y de falta de lucidez.

Mucho cemento y poco basket

Aunque Alberto Díaz se marcó un «tres más uno» en la primera jugada, la anotación brilló por su ausencia en el primer cuarto. En buena medida por la ansiedad que le ponía Unicaja a su juego, y porque el Real Madrid, con 2-0 a su favor, pareció tomárselo con mayor relax, al menos de inicio. El 14-11 con el que terminó el primer cuarto fue casi de agradecer, porque la mayoría de los puntos tardaron un mundo en venir.

Carlos Suárez hizo su contribución en el segundo período, anotando tres triples que adelantaban a Unicaja 28-20. Randolph y Ayón se pusieron las pilas para mantener al Real Madrid al rebufo andaluz, con un 33-31 al descanso.

Los de Laso corrieron verdadero peligro de perder el tren del partido en el tercer asalto. Dejan Musli, escondido en toda la eliminatoria, anotó sus 8 puntos en este cuarto, haciendo valer su cuerpo al poste bajo y contactando muy bien con Alberto Díaz, de modo que Unicaja se iba por un peligroso 52-43. Un parcial de 0-8, cerrado con un triple de Taylor tras tapón de Randolph a Brooks, sirvió para dar aire a los blancos. Entonces recurrieron a sus estrellas para, valiéndose de los nervios de su rival, sellar el triunfo y el billete para la finalísima de la ACB.