Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Sánchez y el austromarxismo

Con tal de no admitir que el sintagma «España» es un Estado políticamente fallido, el último asidero ha sido el de Pedro Sánchez (a quien felicitamos) hablando –refiriéndose a Catalunya– de «nación cultural». Se aviene, a trancas y barrancas, a definir el concepto «España» como, o bien una «nación de naciones», lo cual es una antítesis, o bien un «Estado multinacional», lo cual es cierto, pero deja de serlo en cuanto se despoja a esas naciones de su ser primordial: formar un Estado soberano.

Sospecho que Sánchez –ni demás «socialistas» de pacotilla– no haya oído hablar del «austromarxismo» de principios del siglo pasado cuyo origen fue el Partido Socialdemócrata de Austria con los Karl Renner (que llegó a Presidente), Max Adler, Hilferding, y, sobre todos, Otto Bauer (1881-1938). Fueron ellos –los austromarxistas vieneses– quienes acuñaron la expresión «autonomía (nacional) cultural» dentro de la estructura de un Estado plurinacional cuyo objetivo era –nótese– detener la galopante desintegración del vetusto imperio Austro-Húngaro, es decir, preservarlo, tal y como pretende el tetrarquismo español. Y ello, repito, con tal de no admitir lo evidente, que Catalunya, Euskadi y Galicia son naciones... sin Estado, que son naciones oprimidas políticamente al margen de su renta per cápita, que lo que no existe es la entelequia llamada «España». Y lo dice un comunista, no un nacionalista (a mí no me confundan con Anasagasti).

Bauer casi excluía las clases y la lucha de clases en esas «autonomías culturales» que serían una «comunidad de destino» (Primo de Rivera Jr, añadiría «en lo universal») siempre bajo el capitalismo.

Sánchez, en realidad, y sin proponérselo, es un romántico que piensa en lo que Unamuno (en absoluto favorable a ningún tipo de «autonomía» en su tiempo) denominara «regionalismo cultural» (y Fraga «peculiaridades regionales con sus sanas costumbres») evocando la «patria chica» (su «Bocho» natal), pero también dejó escrito en 1908 que la unión impuesta por la fuerza «desde fuera» no vale.

Pues eso.