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TESTIGO

A la escucha de las oscuras mecánicas del poder


La ópera prima de Thomas Kruithof empieza como un drama humano híper-contextualizado en el actual panorama de –perversa– precariedad laboral... y poco a poco se va transformando en un thriller paranoide que nos remite a aquella asfixia esquizofrénica que se apoderó del mapa mundi (y del propio cine, claro está) allá por la década de los años 70. Para situarnos: François Cluzet interpreta a un empleado sobrepasado por la sobreexplotación al que le someten sus jefes. El pobre diablo no tarda en explotar, en un acto de combustión espontánea que lo manda directo a la calle. Una vez ahí, no tarda demasiado en descubrir que el hambre y la desesperación son las peores consejeras.

Sin pensárselo dos veces, acepta la oferta de trabajo de un misterioso empresario, el cual le promete grandes cantidades de dinero a cambio de que transcriba una serie de llamadas intervenidas. A partir de ahí, Kruithof firma un elegante juego de estilo cuyo guion bien podría haber firmado el mismísimo John le Carré. Se invita así al espectador a entrar en un diabólico juego de supervivencia en las cloacas políticas. Un laberinto de extorsiones, amenazas y conspiraciones. Un ingenioso (y nada ingenuo) mecanismo de género para acercarnos a la realidad más oscura de los poderes que nos gobiernan.