09 JUN. 2017 DE REOJO Inversión Raimundo Fitero Existe una línea muy delgada entre lo que es una donación y lo que puede convertirse bajo este supuesto en una inversión. En todos los países donde existe una ley de patrocinio y patronazgo, se esmeran en dejar estos campos muy bien señalados, para evitar confusiones y fugas de impuestos que se convierten en otra cosa por arte de la gestualidad. Plataformas de Defensa de la Sanidad Pública se muestran contrarios a aceptar la supuesta donación de Amancio Ortega, el dueño de Inditex, de trescientos millones de euros para la compra de una serie de instrumental de alta tecnología para combatir al cáncer destinado a la sanidad pública en varias autonomías, que nadie parece haber solicitado. Aducen que es una donación finalista, que no va un dinero al servicio de salud para que se distribuya, sino a la compra de unos aparatos que, cuestionan, sean de urgente necesidad. Parten de un principio básico: la salud pública no puede estar condicionada por la caridad de unos millonarios. Piden que se luche contra la elusión fiscal y que de ahí se financie correctamente. Es decir, que están planteando un asunto ideológico, pero con argumentos profesionales. La ciudadanía no entiende de estas razones, entiende que ha dado un dinero que le pertenecía y eso lo convierte en un samaritano, un millonario altruista. Pero hay algo más. Esas máquinas son de unas empresas muy concretas. Una vez instaladas necesitan mantenimiento y personal especializado. Se rumorea que pueden salir informes y radiologías de ahí con el logo de Inditex y nadie se ha preocupado en saber quién está en el accionariado de las empresas fabricantes. ¿Donación o inversión? Quizás sea inversión en una campaña de blanqueo de imagen para tapar las acusaciones de esclavismo en los lugares donde hacen sus ropas. Dinero llama a dinero.