Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Telómeros y Cordeiros

Me acabo de enterar. Los telómeros son los extremos de los cromosomas, algo así como las fundas de plástico en la punta de los cordones del calzado, que impiden que éstos se deshilachen. Pues bien, cuando los telómeros, por el paso del tiempo, se van acortando y acortando, el proceso replicativo celular no puede preservar el ADN de los cromosomas y sobreviene la inconsistencia del material genético. En ese punto, aparecen enfermedades relacionadas directamente con la edad: patologías cardiovasculares y neurodegenerativas, etc. Es decir, que con la caída de las hojas (del calendario) nos vamos haciendo viejos y, con la última en el suelo, palmamos. ¿Sin remedio?

Tradicionalmente, en la tensa dialéctica entre religión y ciencia, la primera siempre ha contado con la muerte como activo principal, hasta el punto de que incluso reconocidos científicos han sido asiduos dominicales en ésta iglesia o aquel templo. El miedo a la muerte es un poderoso motor, impreso en nuestros propios genes a través del instinto de conservación. Algo así como tres reyes y un caballo en un órdago a mayor, en manos de los predicadores de una vida más allá (si te portas bien, claro). Pero algo podría estar cambiando en esta curiosa partida de mus.

Un dato: a comienzos del siglo pasado, la esperanza de vida era de apenas 30 años. Hoy, supera los 80. No tardando mucho, podría acercarse a los cien. Hay una «pujante» corriente científica que predice la superación del límite de 122 años para la vida humana y, más allá todavía, visionarios mediáticos como el ingeniero venezolano José Luis Cordeiro, experto en robótica de Singularity University of Silicon Valley, mantiene que «vamos a asistir a la muerte de la muerte», porque la fusión entre humano y máquina nos hará inmortales. Será si queremos. Supongo. Espero. Exijo.

Dejando a un lado a telómeros y Cordeiros, lo cierto es que en el África subsahariana el techo de la vida a duras penas roza los 60 años. En Sierra Leona, un varón tendrá suerte si llega a los 50. En el mundo, seis millones de niños mueren antes de cumplir los cinco. Y eso, sin hablar de la miseria.