Raimundo Fitero
DE REOJO

Fonsi

Cruces. Hasta hace muy poco solamente había un Fonsi, de apellido Nieto emparentado con el motorista de los doce más uno premios, corredor él mismo de fortuna menor, pero que ha estado emparejado con algunas de las mujeres famosas más espectaculares y promocionadas. Pero hoy el Fonsi que mola es el apellido de Luis, el autor portorriqueño de esa canción obsesiva que se llama “Despacito”. Un pelotazo. Un cañonazo. Una ascensión a los cielos de todas las listas. Una locura.

Durante semanas un vídeo italiano de tres tipos en un auto cantado la canción pero despotricando de ella, mostrando que era imposible no cantarla pese a poner todo su esfuerzo, algo viral que se encumbró de manera universal. ¿No lo ha visto usted? Pues vaya al médico o a la asistenta social, porque empieza a estar en el umbral de la exclusión. Pues bien, ese primer vídeo ha tenido una continuación, con los tres mismos jóvenes italianos, pero esta vez ya más críticos con la canción y con su autor, hasta que en un semáforo se pone en paralelo otro automóvil y el conductor no es otro que Luis Fonsi. Y acaba el vídeo con  sorpresa. No hay pelea ni reproche, sino que aparecen los cuatro en el auto de los jóvenes cantando, claro está, “Despacito”.

Y las dudas del enfermo, ¿era un vídeo viral espontáneo o era una magnífica campaña de promoción de la canción más promocionada en las últimas décadas? Si es un plan, es bueno. Si no, es mejor. Fonsi y sus asesores han sabido dar un paso definitivo para alcanzar cuotas de popularidad imposibles de calibrar.

Por cierto, ayer seguían los insultos y las caritas en el Parlamento español. Y en Londres una nueva tragedia, esta vez un incendio. Y Cristiano Ronaldo no aparece vestido con la camiseta del Real Madrid en las noticias de su fraude a Hacienda. A sus órdenes, Florentino.