Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Cartas de la guerra»

Desde la trinchera del horror

Existen muy diferentes fórmulas cinematográficas para abordar los horrores de la guerra y la que nos plantea Ivo Ferreira pasa por ser una de las más arriesgadas, sobre todo en lo concerniente a cómo plantea su discurso narrativo. El tratamiento visual, que siempre ayuda en este tipo de situaciones que reflejan los límites de la conducta humana, también queda muy bien resuelto gracias a una poderosa fotografía en blanco y negro que no requiere de un puntillismo extremo para dotar de un gran empaque dramático a lo que el protagonista descubre en este entorno de pesadumbre, suciedad y dolor. En semejante paisaje, habitado por quienes fueron a combatir a Angola en los 70, es cuando asoma el verdadero reto del filme, cuando la cámara calla para dar voz a las palabras que un día fueron escritas por el gran novelista Lobo Antunes.

Así que, mientras los moribundos balbucean sus últimas palabras y la sangre pasa a formar parte de la propia esencia de una tierra castigada, se prolonga la sombra de quien una vez fue escrito sobre papel, un médico que para eludir el cerco del horror se atrinchera en la correspondencia que comparte con su compañera embarazada. De esta manera tan simple como arriesgada los diálogos se diluyen y otorgan relevancia a la voz en off de una mujer que comparte con el espectador las cartas.

La grandeza del texto traduce el infierno interno de un hombre encerrado en un paisaje angustioso y claustrofóbico en el que apenas queda aire por respirar y todo ello se completa mediante una sinfonía de horrores sentidos y pulsados mediante palabras perfectamente ensambladas en este entorno de pesadillas en blanco y negro. Si bien el filme corre el peligro de acomodarse en la autocomplacencia y los excesos artísticos, Ferreira logra eludir ese precipicio gracias a la potente carga lírica que contiene todo el conjunto y a su rabiosa poética.