Itziar Ziga
Escritora y feminista
JO PUNTUA

Kabul era una fiesta

Las conocí en 2001, en una gira por Europa en busca de apoyo en su lucha contra los talibanes. RAWA, Asociación de Mujeres Revolucionarias de Afganistán. Me caliento solo de teclear su nombre. El 90% de las afganas sufrían depresión profunda. Es mucho más corto enumerar lo que podían hacer que la interminable lista de prohibiciones que sofocaban sus vidas: ni estudiar, ni trabajar, ni recibir atención médica, ni hablar en alto o reír en la calle, ni asomarse a la ventana. El burka era obligatorio y sus pasos no podían oírse en la calle. El castigo para las revolucionarias era el mismo que para las prostitutas: lapidación. Inolvidables las ejecuciones en el estadio olímpico de Kabul, grabadas por activistas de RAWA que arriesgaron sus vidas. Ni para volarles la cabeza les permitían destaparse. Como me explicó Behjat, debajo de un burka no se sabe quien hay. Se organizaron en 1977 contra la invasión soviética, pero desde que el enemigo son los talibanes, muchos hombres afganos se han unido a RAWA para defenderlas.

Hoy ellas vuelven a ser admitidas en la universidad y hay una televisión en la que solo trabajan mujeres, pero los talibanes amenazan. Afganistán, ese país que como decía Doris Lessing, tiene pocas esperanzas de que lo dejen en paz. Geoestratégicamente demasiado jugoso. La estabilidad allí se negocia concediéndoles la supresión de los derechos recuperados por las afganas. Miro esas fotos de los años 70 de chicas en minifalda, paseando sonrientes por Kabul, y la pérdida de libertad en sus vidas nunca dejará de estremecerme. Pero que muchas no se rindieran, me enaltece más que nada en el mundo. No hay mujeres más guapas que las afganas. Una intrépida catalana llamada Ana M. Briongos, que viajó sola por la antigua Persia a finales de los sesenta, me contó que Kabul era una fiesta. Y que no hay mejores amantes que los hombres afganos. Cuando pierdo el aliento, pienso en ellas. Ante la auténtica opresión, la gente lucha. Sin equivocarse de enemigo. Tampoco tengo que irme tan lejos para comprobarlo.