Jon ORMAZABAL
Pelota

«Bihotzez maite zaitugu»

Juan Martínez de Irujo recibió el cariño de un Labrit entregado en una sentida despedida en la que pudimosvolver a verle vestido de blanco. Una adiós emocionante que ningún aficionado se quiso perder.

El día de San Juan de 2017, Martínez de Irujo pasó a la leyenda de la pelota, abriendo un nuevo capítulo en la vida de Juan, el compañero, el amigo, el aita... al que podremos seguir disfrutando durante muchos años. Con el festival de ayer se puso fin a 14 años de carrera deportiva que han revolucionado este nuestro deporte y se hizo de una manera emocionantísima que puede resumirse en el último punto del bertso que Julio Soto, amigo y compañero del de Ibero en sus inicios de Oberena, le cantó: «bihotzez maite zaitugu».

Ha sido el corazón, ese inmenso corazón de Irujo, el que nos ha privado de una carrera que debía haber sido más larga, pero fue precisamente ese vital músculo el que nos ofreció una tarde llena de sorpresas y emociones que nadie de los que abarrotó el Labrit olvidará en tiempos. Dicen que el que siembra recoge y, tras el solsticio de verano, el de Ibero cosechó gran parte de lo que ha ido labrando por todos los frontones de nuestra geografía.

La primera sorpresa la dio el propio Irujo, contradiciéndose a sí mismo y «vistiéndose de pelotari», como había anunciado que no podría volver a hacer. Y lo hizo con una camiseta muy especial, fabricada para la ocasión y con el símbolo de las cinco txapelas manomanistas conseguidas bordado en el pecho.

Y con ella hizo el saque de honor previo al estelar, un pelotazo que, con ese ímpetu de darle con todo, sin miedo a fastidiarse la mano, se le fue arriba. Pero con la emoción del momento, casi nadie se dio cuenta, bueno sí, pero a todo el mundo le dio absolutamente igual.

Las emociones fuertes llegaron una vez se acabó el estelar y la encargada de dar la primera sorpresa fue su hermana Idoia, que le bailó el aurresku de honor, con el que comenzó la lucha del pelotari para que las emociones no le superaran. Después llegó el bertso del campeón de Nafarroa, dando paso al reparto de recuerdos por parte de Uxue Barkos (Gobierno de Nafarroa), Joseba Asiron (Alcalde de Iruñea), Fernando Vidarte (Aspe), Miguel Ángel Pozueta (Federación de Nafarroa), Oberena y sus alumnos de ElkarPelota –junto con Patxi Eugi, Fernando Goñi y Peio Martínez de Eulate, con los que deberá quitar el mono de pelota que todavía tiene–.

También recibió una txapela, la última y la más emotiva, la que le pusieron sus hijas Arhane –que ya fue protagonista en el Ogeta en 2010, cuando su aita se caló su segunda de la jaula– y Iune, mucho más extrovertida y que disfrutó de la fiesta de ayer como nadie.

Estaba abrumado por la situación, pero Irujo tuvo temple y estuvo inmaculado en su discurso de agradecimiento, acordándose de dos compañeros, Idoate y Zubieta, que, como él, no pudieron elegir el momento de su despedida por lesión y haciendo un sentido alegato a favor de nuestro deporte con un sonoro «gora euskal pilota».

El broche fue más desenfadado, con una jota y el mariachi «el rey», que se atrevió a cantar, sin importarle que no será su voz la que le dé de comer a partir de mañana. Las sorpresas se sucedieron durante toda la noche en la cena popular que con tanto mimo le habían preparado en Ibero. Porque sí: «bihotzez maite zaitugu».