GARA Euskal Herriko egunkaria
Entrevista
MIREN NARBAIZA Y ANDER MUJIKA
COMPONENTES DE NAPOKA IRIA

«Ir hacia lo estándar es matar la canción, asegurar. Así no hay magia»

En enero de 2006 Napoka Iria publica su primera demo. Su media docena de canciones cuentan que llega un dúo perverso musicalmente, inconformista. Diez años de ejercicios preciosistas confirman las señas de identidad primigenias, con «Arnasten ikasteko berriz» como obra cumbre a añadir a la historia de la música vasca. En Eibar, el 7 de julio toca despedida, tristura y admiración.


No se sabe si el corazón se paraliza, encoge o expande al escuchar “Ibiltzeko gertu”, “Izotzetan erre”, despiadadamente hermosa, “Erantziz jantzi”, “Disonantziak”, “Etxeorratz”, “Distantziatik”, sinfonía primaveral, o “Nik ere”, de sonoridad y encordado subyugante, pero las sensaciones que dejan se aproximan tanto a la idea que uno tiene sobre la belleza inmaterial como de la desolación o el desbordamiento emocional. Son canciones de “Arnasten ikasteko berriz”, su último álbum, ya con tres años largos. Este 2017 tocaba disco, cabía imaginar, pero su inquietud les ha llevado tanto a presentar el álbum como a mezclarse con diferentes músicos y experiencias en un proceso de crecimiento insaciable, hipnótico y con prematuro final.

La cuestión es que dejan una discografía singular y un disco de despedida que no tiene fecha de obsolescencia, ya que roza la perfección desde aquí o Nueva York.

Miren Narbaiza (Eibar, 1986) es la voz y guitarra acústica. Voz curiosa por instinto natural. Atrevida por consciencia. Sin miedos y en la tradición de voces tan personales como las de Anari o Sorkun. Canta con voz flexible desde lo alto o desde el plano de una almohada acogedora. Es brillante en composición y en quiebros amables de voz. Cuenta que su interés por cantar proviene de la costumbre de cantar en las comidas familiares. Pocas veces esas tertulias han generado una derivada tan delicada y seductora.

Ander Mujika (Elgoibar, 1984) tuvo su primer flechazo con la música escuchando en una verbena a Egan: «No fue el único grupo, por supuesto, pero esa sensación se me ha quedado grabada». Desde el hecho puntual y juvenil, Ander se forma como guitarrista con otros enseñantes, quienes le harán sutil, disonante, envolvente y músico de excelente gusto y precisión estética en lo que toca.

Narbaiza está tocando con Drumkopters y Joseba B. Lenoir. Además, en agosto grabará su primer disco bajo el proyecto Mice. Ander se ha integrado desde hace un tiempo en la banda de Anari, donde encaja por naturaleza, sin esfuerzos, aunque los haya. También está imbuido con el próximo disco de Jabier Muguruza, por lo que se intuye cambio en el músico de Irun.

Napoka Iria se despide –en lo posible mientras quede recuerdo– este 7 de julio en el teatro Coliseo de Eibar a las 20.30.

¿Cómo se han formado? ¿Qué han permitido que les llegara desde el exterior?

Ander Mujika: Recuerdo el hecho de agradecer y disfrutar con músicos que utilizaban pocos recursos e instrumentos para expresarse. Odiaba los artificios, los fuegos artificiales y las producciones barrocas. Creía firmemente en que para expresar todas las emociones de forma intensa con un instrumento acústico y una voz era más que suficiente. En esa época [anterior a Napoka Iria] tocaba en un grupo de rock con una eléctrica y un multiefectos. Aparqué todos los chismes y agarré la acústica para acompañar a Miren a arreglar y tocar sus canciones, las que después fueron en el primer ep.

Miren Narbaiza: Yo escucho lo que me llega del mainstream más lo que me pasa mi hermano Beñat de grupos de aquí y de fuera.

Y un día de 2005, ¿por qué se plantean ser dúo acústico y probar juntos? ¿Cómo surge esa primera conversación?

A.M.: Todo surge de forma natural. Nos conocemos en Eibar y congeniamos desde el primer momento. Miren tenía algunas canciones que quería compartir, y desde ese punto decidimos quedar para tocar. Todo fluye entre nosotros, había mucha química. Hablábamos largo sobre todo tipo de temas, pero sobre todo de música. Empezamos a quedar para disfrutar con ellas (más que para arreglarlas o prepararlas para algo). Y ahí empezó Napoka a caminar.

¿Se veían complementarios?

M.N.: Lo que sabíamos era que funcionábamos muy bien juntos y que a través de la música llegábamos muy lejos. A sitios, emociones y vivencias que no conocíamos.

¿Les suena superado «Napoka iria» (2006)? ¿Qué le motivaba para llevar su tesitura al límite, para jugar con sus cuerdas? ¿Se sentía innovadora? ¿Cómo se ve entre el desparpajo de «Kea», «Inoiz» o los silenciosos espacios de «Ezin baitut»? ¿Percibe a Anari, Sorkun?

M.N.: Cuando lo escuchamos nos parece a ambos un buen disco, para nada suena pasado de moda. Para mí, era principalmente jugar con la voz, probar y enseñar todo lo que podía hacer. Llevarlo al límite. Nada de lo que he hecho es innovador. Es simplemente un resultado de lo que he oído. He escuchado muchísimo a Sorkun y Anari. Y eso, supongo, que ahí está. Esas canciones que mencionas son un ejemplo de todo lo que tenía que expresar con mi voz. Su base y sus matices.

Aquí ya utilizan algunos acordes disonantes. Tampoco la mezcla de folk y pop es la estándar. ¿Se intuían diferentes al resto?

>A.M.: Nuestras canciones nunca han sido muy clásicas. No son melodías normales, sin un estribillo claro ni progresiones al uso. Y eso nos gusta. Una canción sigue siendo canción sin las formas cotidianas: y lo raro nos gusta. Llevar la canción a lugares insospechados está bien, y como espectadores también nos gusta que una canción nos sorprenda. La cuestión es atreverte a ir a lugares que creías que nunca irías. Ir hacia lo estándar es matar la canción, es asegurar. Así no hay magia. Esta surge cuanto llevas las cosas por caminos diferentes y extraños. Las disonancias ayudan a salirte del camino, al menos en parte. De encontrar la belleza en lugares menos explorados.

Son ásperos por momentos, pero también delicados, como en el primer tramo de «Ingurua», hasta la explosión final y la quietud. En el fondo es muy poético. Hasta muy para grupo de danza contemporánea.

M.N.: Nos gusta que una canción vaya poco a poco transformándose, tomando cualquier rumbo. Y nos encanta el dinamismo, que un tema vaya desde los sonidos más quebradizos y delicados hasta las explosiones de energía desenfrenadas. Al principio nuestro técnico de sonido nos decía que se le iba de las manos la mezcla porque fluctuábamos demasiado [risas]. Lo sentíamos así y no sabíamos expresarnos de otra forma. Con el tiempo hemos aprendido a manejar de forma diferente esa dinámica y así poder dominar la bola de energía que llevábamos dentro.

La segunda referencia «Poortstraat 58» se graba en Barcelona. En este corte hay un crescendo soberbio. «Egurra» es como un beso errante que termina en mordisco. Acústicas y eléctricas limpias... Algo de John Frusciante y algo más de peso en la compleja escena local.

A.M.: Habíamos empezado a tocar bastante en directo y van surgiendo canciones distintas. También aparece en nuestros planes una gira por Japón, para la que grabamos esta maqueta. En esta época me voy a estudiar a Barcelona y Miren vuelve de los Países Bajos con otras vivencias e historias que contar. Y es precisamente en ese momento cuando aprovechamos para grabar estos temas. Aunque estábamos distanciados físicamente seguimos dando conciertos aquí y allá. Viajábamos para encontrarnos por aquí y poder dar 2 o 3 conciertos un fin de semana.

Tres años después graban «Lehertarazi edifizioak», Miren está ya lejos de la fogosidad vocal del inicio. Brota fuerte el matiz. Se progresa instrumentalmente.

M.N.: Esta grabación es también una muestra de que hemos ido haciendo las cosas como nos apetecía en cada momento, sin pensar en lo que sería lógico, sensato o coherente. La manera de cantar aunque no tan instintiva, no es tampoco una opción consciente del todo. Más que nada, una manera de seguir probando, sea en el matiz, sea en la fogosidad, ir aprendiendo más y más. Y esa progresión que mencionas no lo sabemos explicar. Lo que sí que sabemos es que teníamos (y tenemos) ganas de seguir aprendiendo y avanzando.

En 2013 graban «Arnasten ikasteko berriz», un disco íntimo, repleto de sugerencias. Más complejo e igual de directo. Sigue recio, actual, insobornable y esperando su continuación.

M.N. y A.M.: Es un disco para desnudarse por dentro y por fuera. Quisimos que fuera más sutil que los anteriores trabajos incluso habiendo más arreglos e instrumentación. Fuimos al estudio con un trabajo hecho en cuanto a composiciones. Pero ya dentro fue Ibai Gogortza quien se ocupó de embellecerlos aún más. Napoka Iria podría continuar, pero no es el caso. Tenemos que saber aceptar que algo se ha acabado, y que no es para nada algo malo, negativo. Y lo que este grupo se merece es un final digno. Y estamos muy contentos de haber sido capaces de llevarlo a cabo. Si hubiésemos ido en contra de nuestra intuición, no creo que hubiésemos dejado un trabajo tan digno o sincero como “Arnasten ikasteko berriz”. Napoka Iria se merece lo que le estamos dando: una buena despedida. Un entierro con respeto, música, amigos y mucho amor. Estamos orgullosos de lo que hemos hecho y convencidos de que este es el camino.