Iñaki Altuna
Director de NAIZ
JO PUNTUA

Un relato que no hay por dónde cogerlo

Otrora juez estrella en la persecución del independentismo, el ya exmagistrado Baltasar Garzón intenta dar lecciones sobre derechos humanos y libertades. Al traje, empero, se le ven las costuras en cada pliegue, como han dejado recientemente acreditado unos independentistas catalanes torturados en 1992, que le han cantado las cuarenta a la cara al togado que entonces debía mirar por su integridad y que, en cambio, dejó que cabalgara de nuevo el potro del tormento.

Es una lástima, señores y señoras de la modélica y ejemplar transición española, pero el gozoso relato sobre sus bondades no hay por dónde cogerlo. El cuento de los demócratas de toda la vida frente a los violentos vascos y, ahora, frente a los insolidarios catalanes no da más de sí. Si se aproximara algo a la realidad, las fuerzas políticas que lo sustentan no serían tan minoritarias, por ejemplo, en el Parlamento de la CAV o el Parlament catalán. Otra cosa es que cuenten con el poder coercitivo del Estado y, últimamente, con la respiración asistida que les ofrece el PNV, atento otra vez a las nueces que puedan caer del árbol, a costa incluso de la oportunidad histórica que se presenta para abrir un proceso de soberanía también por estos lares.

No se sabe si en las ikastolas del futuro los niños y niñas cantarán a Txikia y Saseta, como predice una de las famosas canciones de Telesforo Monzon, pero tengan por seguro que la historieta de que en este país no ha habido más conflicto que el provocado por una minoría de vascos ávidos de sangre no va a colar ni en un millón de años. Siempre podrán aducir que la sociedad vasca es una sociedad enferma, e intentar desacreditar así el incontestable hecho de que la reivindicación para la vuelta a casa de presos y refugiados prende a sones como los del “Kalera Kalera” o de las bandas que han actuado en Hatortxu Rock, pero ello será a costa de que las gentes de estas tierras se alejen cada vez más de ese pasado llamado España.