03 AGO. 2017 DANZA Carmen de día, Clara de noche M.C. Aunque pensemos en Carmen como un personaje operístico por excelencia, Petipa ya realizó una versión danzada 30 años antes de que Bizet escribiera su partitura. Llegaron más ballets a raíz del éxito de la ópera, siendo quizá el más famoso el que Roland Petit realizó en 1949 y que Lucía Lacarra, estrella de su compañía en la década de los noventa, bailó en diversas ocasiones. Entre otras adaptaciones célebres de Carmen se cuentan las de Alberto Alonso o Richard Alston, o la maravillosa versión que Mats Ek realizó en 1992 y que se pudo ver en Donostia hace unos años. En comparación, esta nueva “Carmen” de Ullate y Lao se queda en el plano de lo intrascendente. Es muy española en un sentido casi almodovariano: en su faceta diurna de modelo, Carmen se mueve entre personajes extravagantes que parecen sacados de la removida madrileña; como prostituta nocturna, sus mejores amigas son dos transexuales. Se agradece el sentido del humor entre lo amable y lo vulgar que sobrevuela toda la primera parte, y la historia se cuenta de una forma clara y comprensible. Pero la coreografía no logra elevar el vuelo y, aunque muy correcta, es conservadora y en algunas escenas grupales demasiado simple, como si Ullate apostara más por la pose y la actitud que por lograr profundidad coreográfica. Fue, en todo caso, un espectáculo disfrutable y muy bien ejecutado. Lucía Lakarra hizo gala de todas sus virtudes en un registro bastante diferente del que le hemos visto por aquí antes y conquistó al público. El Don José de Josué Ullate fue expresivo y aguantó el tipo ante Lacarra, y el cuerpo de baile, a pesar de algunos despistes –la producción se estrenó hace apenas un mes– mostró toda la calidad de la escuela de Ullate.