11 AGO. 2017 QUINCENA MUSICAL El clavecinista antipático Mikel CHAMIZO Si ayer hablábamos de la dificultad del pianista Arcadi Volodos para establecer una conexión con el público, en el caso de Pierre Hantaï hay que destacar su talento para hacerlo de forma negativa. Ha actuado antes en Donostia y siempre se repite la misma historia: su paranoia por el más absoluto silencio en la sala le lleva a burlarse del público y a crear una atmósfera pésima, especialmente entre los que están en las primera filas y pueden ver claramente sus expresiones de disgusto cada vez que alguien tose o cruje una silla. El miércoles hasta se permitió sermonear a los que estábamos presentes en Santa Teresa. La Quincena debería plantearse el volver a contratar a un músico que falta al respeto a sus clientes. Es una verdadera lástima, porque Hantaï es un clavecinista extraordinario. Abordó un Bach de estilo francés, otro de estilo inglés y un Haendel de estilo italiano, y en todos los casos demostró el más profundo conocimiento estilístico, junto con una capacidad para la ornamentación que es una forma de virtuosismo en sí misma y que Hantaï domina como muy pocos clavecinistas. Hubo grandes momentos durante su actuación: la “Sarabande” de la “Suite francesa”, comunicada con gran melancolía; la dos “Bourrée” de la “Suite inglesa”, de un contagioso dinamismo lúdico; o la claridad con la que expuso el “Minuet y variaciones” de la “Suite” de Haendel y la subsiguiente “Gigue” a un tempo arrollador. Pero quizá la mayor demostración técnica, y donde Hantaï se soltó definitivamente la melena, fue en la “Tocata en re mayor” de Bach, en la que pudimos comprobar hasta qué punto puede llegar el virtuosismo de un clavecinista. El problema era que, a estas alturas, estábamos tan hartos de la actitud de Hantaï que ya no había forma de involucrarse con su arte.