Invisible
De niño me daban miedo las películas del hombre invisible. De joven y maduro me parecía magnífico poder ser invisible. Una pesadilla convertida en sueño. De mayor la invisibilidad se hace realidad. No hablemos de asuntos personales. Hay sucesos invisibles, torturas invisibles, violencias reiteradas invisibles, gobiernos invisibles y hasta ideas invisibles. O se debería decir invisibilizadas. He descubierto un nuevo concepto de la invisibilidad de la corrupción institucional: turismo diplomático.
El actual ministro de Asuntos Exteriores español, el casi invisible, casi mudo y casi diplomático Alfonso Dastis ha pasado tres días con su familia en la embajada en Quito de vacaciones privadas. O sea como ciudadano haciendo turismo por Ecuador. Pero por ser el que nombró hace pocos meses al propio embajador anfitrión, se le ofrece hospedaje y chófer privado a cuenta de los mismos impuestos con los que se le paga ya un buen sueldo. Turismo diplomático que usan los embajadores y cónsules de carrera para sus viajes privados. Parece que es una antigua costumbre. Una mala costumbre de seguir y aumentar unos privilegios enquistados. Este caso es uno más, pero es otro mini-escándalo sobrevenido. Las versiones oficiales son declaraciones de culpabilidad. Se apropian del Estado con inmunidad.
Invisibilizada, tapada, consentida, propiciada es la intervención del ejército saudí en Yemen. Una ocupación en toda regla con muchas bajas y sufrimiento. Nadie se queja, nadie denuncia, el silencio culposo que invisibiliza un acto de guerra ilegal. De ahí mismo, de Yemen nos llegan datos escalofriantes de los miles de muertos causados por una epidemia de cólera. Sucede en paralelo y es difícil encontrar los vínculos. Produce náuseas nada invisibles esta complicidad global.