Ni en sus peores pesadillas se hubiese imaginado Valverde un inicio de etapa como técnico azulgrana con tal cantidad de contratiempos. A la traumática espantada de Neymar le ha sucedido un fuego cruzado entre plantilla y directiva, con el preparador vasco en medio, avivado por la imagen ofrecida en la Supercopa que se le ha ganado el Real Madrid –1-3 en la ida en Barcelona y 2-0 en la vuelta en el Santiago Bernabéu–.

En el entorno culé, poco acostumbrado en los últimos tiempos pero tradicional víctima de crisis depresivas, todo se acaba solucionando con fichajes. Y en ello están. Ayer presentaron a Paulinho, llamado a aportar músculo en la medular blaugrana, y ya están aflojando la chequera para incorporar a Coutin- ho y Dembelé, algo que no será nada fácil. El exigente Camp Nou dará su opinión mañana coincidiendo con el inicio liguero y la visita del Betis, un partido al que deberá hacer frente con más problemas como las lesiones de Piqué y Luis Suárez.

Lo que parece claro es que, si bien puede parece precipitado hablar de fin de ciclo, sí que es cierto que el Barcelona necesita renovarse... o morir.