Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Alcohol y decisión

Aste Nagusia cierra esta semana el intenso ciclo festivo veraniego en las capitales vascas. Hasta el domingo, la diversión circulará con fuerza por las principales arterias festivas de la urbe, gracias al enérgico músculo cardiaco que para la fiesta es el Arenal. No descubro nada si digo que las txosnas confieren a Aste Nagusia su personalidad más distinguida, la esencia popular de un modelo que ha sabido sobrevivir, no sin dificultad, a los intentos de privatización alentados por intereses empresariales, por un lado, y de control ideológico, por otro.

Pues bien. En las txosnas se despacha alcohol. Sin paños calientes. De hecho, es la estrella de la noche. Cierto es que las comparsas ofrecen cada año una potente alternativa en forma de amplio programa lúdico-festivo, con centenares de iniciativas que no compiten con el programa oficial, sino que lo complementan a la perfección. No menos cierto es que en las barras hay una oferta variada de niveles de toxicidad, y que para cada cual queda la libre elección de optar por una u otra, y medir las cantidades. Pero, sin duda alguna, el alcohol sigue siendo parte inherente y nuclear de la fiesta.

Partiendo de esta realidad incuestionable, Bilboko Konpartsak y Etorkintza –fundación que dirige sus esfuerzo al apoyo de personas con problemas de adicción, salud mental y exclusión social– han reeditado su campaña para advertir a la población, especialmente a la más joven, de los riesgos que comporta el consumo de alcohol. El acierto de la campaña consiste en evitar el moralismo tan facilón como inútil que supondría condenar el kalimotxo o criminalizar la cerveza. No se trata de juzgar, sino de contribuir a que la opción de consumir alcohol sea consecuencia de una elección consciente de los riesgos, especialmente si entra en juego el exceso. Y todo, sin perder de vista que el principal objetivo de las fiestas es pasarlo bien. Porque, a veces, atravesar ciertas líneas supone cambiar la diversión por un estado lamentable en el momento y a muy lamentar al día siguiente.

Con todo, incluso esta opción es plenamente legítima. Eso sí, siempre que no resulten afectados quienes para nada han tomado parte en la decisión.